el cazurro ilustrado

09 junio 2006

Ahora que el curso termina.



Ahora que el curso llega a su fin, es tiempo de evaluaciones. Las prácticas evaluativas, bajo su apariencia de simplicidad, rigor y objetividad, son, en realidad, complejas, contradictorias, dogmáticas e incluso patológicas porque inciden en ellas multitud de factores y es posible que no determinen con objetividad lo que un alumno sabe y lo que desconoce. No sabemos lo que hay detrás de cada nota en un examen: ¿ Se evalúa un proceso de aprendizaje significativo y relevante o una recitación memorística de lo que viene en el libro o en los apuntes?.
Teóricamente la evaluación es una actividad que consiste en recoger información para emitir un juicio con el fin de tomar decisiones. Pero, generalmente no se toman decisiones de orientación, recuperación o ayuda, sino que tiene como objetivo la calificación selectiva expresada cuantitativamente.
El suspenso y/o el aprobado se considera generalmente como la medida del éxito o del fracaso en la escuela, pero no es más que un índice externo que puede deberse a muchas causas. Lo importante es entonces tratar de detectar cuáles son esas causas y ponerles remedio.
Los exámenes y los suspensos ( y los aprobados) son una forma de control social y de ordenación de los individuos. Detrás de cada suspenso hay varios problemas y debemos tratar de encontrar esos problemas si queremos que el alumno progrese. Las soluciones que habitualmente se buscan son hacerle que repita o enviarle a clases particulares.
Si un alumno aprueba una asignatura recibiendo clases particulares fuera del sistema académico esto puede deberse a tres causas: o bien a que el procedimiento de enseñanza en la escuela es abiertamente malo y entonces deberá cambiarse, o bien a que ese alumno lo que necesita es un contacto más personal y más directo con la persona y eso lo tiene con el profesor particular, pero no es entonces lo que éste le enseña, sino la atención que se le presta en esta situación y que probablemente no recibe por otros lados, lo que le ayuda a aprender; o finalmente a que lo que se le exige es un puro aprendizaje memorístico o de recetas y el profesor particular enseña esas recetas. En cualquiera de los tres casos la solución debería darse dentro de la institución educativa.
Un examen extremadamente riguroso de todas las investigaciones sobre la repetición de curso conduce a afirmar que los efectos negativos de la repetición de curso sobrepasan con mucho los beneficios que se pueden derivar de ella. ( C.T. Colmes y K.M. Maatthews). Los países escandinavos y también Japón que han abolido la repetición, se caracterizan generalmente por resultados superiores a la media internacional. Así pues, ineficaz, la repetición de curso a menudo es también resultado de una decisión subjetiva del docente, lo que convierte dicha práctica en injusta. Hoy día está demostrado que la repetición afecta a la confianza que tiene el alumno en su capacidad de aprendizaje. Para denunciar ese proceso C. Deck ha propuesto el concepto de learned helplessness (que podríamos traducir por sentimiento de incapacidad adquirida). Esta investigadora americana ha demostrado que la repetición es en sí misma portadora de una evaluación negativa que afecta a la persona. El perjuicio es más grave en la medida en que profesores, padres y compañeros imputan los problemas escolares a la capacidad intelectual del alumno y conciben la inteligencia como algo innato. En definitiva, el alumno aprende a interpretar las dificultades, no como obstáculos que superar, sino como la prueba misma de su ineptitud. El fatalismo y la renuncia están al final de este proceso.
Las repeticiones de curso y más aún las clases de recuperación son, por lo general, perfectamente inútiles si lo que queremos es que los alumnos aprendan y se desarrollen realmente. Si lo que pretendemos es tan sólo que aprendan de memoria una materia determinada, es evidente que cuantas más horas dediquen a un aprendizaje memorístico mas fácil es que se consiga, pero los resultados no serán buenos porque con igual velocidad se olvidará. Pero para entonces ya habrá pasado el examen y creeremos ilusamente que el alumno ha aprendido algo. Si queremos conseguir un auténtico aprendizaje en nuestros alumnos, debemos detectar las causas por las que no aprenden y ponerles remedio. La mayoría de las dificultades se deben a defectos en la forma de enseñar o en las relaciones en el aula o en casa. Darse cuenta de esto será un primer paso para remediarlo.