el cazurro ilustrado

07 junio 2006

Abundio y la vida.



La revista Archives of General Psychiatry acaba de publicar un estudio de la Universidad de Columbia (EEUU) demostrando que el número de jóvenes menores de 20 años que recibieron medicamentos antipsicóticos se ha multiplicado por seis entre los años 1993 y 2002; frente a la media anual de 201.000 tratamientos de este tipo registrados entre 1993 y 1995, se pasó a 1.224.000 en el año 2002.
Es probable que las cifras hayan seguido creciendo geométricamente no sólo en EE UU, sino en todos los países desarrollados. Resulta paradójico que se vayan eliminando los “nichos familiares y sociales” que daban refugio a los sujetos durante los momentos dramáticos de la vida, para ser sustituidos en esta “postmodernidad” por una continua exigencia para el cambio, haciendo de la vida una eterna adolescencia, repleta de subjetivismo moral, de “carpe diem” o de un simple “ ir tirando”. Las situaciones de fracaso – suspensos, despidos, separaciones, pérdidas...– y las dificultades para pasar de una etapa a otra de la vida (infancia, adolescencia, juventud, adultez, jubilación, viudedad..) parecen ser menos dolorosas con unas cuantas pastillas mágicas.
La idea de que para cada cambio, para cada situación molesta habrá un fármaco que paliará la desazón o el pánico del transito por la vida es una falsa esperanza.
Cuando éramos pequeños, para destacar lo absurdo de algunas decisiones, decíamos: “eres más tonto que Abundio, que vendió el coche para comprarlo de nuevo”. Parece que ahora vendemos la vida para comprarla una vez tras otra. Pero en cada nueva transacción se produce una devaluación que nos obliga a comprar una vida más barata y de menos valor.