Emociones y salud.
La ansiedad, la tristeza, la depresión y la ira son reacciones emocionales básicas que se caracterizan por una experiencia afectiva desagradable o negativa y alta activación fisiológica. Son las cuatro emociones más estudiadas hoy en día y se las conoce como "emociones negativas". Estas reacciones son experimentadas por todos los seres humanos en múltiples situaciones; son bastante independientes de la cultura y se supone que preparan al individuo para dar una respuesta adecuada a las demandas de la situación. Por todo ello, se consideran adaptativas para el individuo.
El término "emociones negativas" ha cobrado mucha fuerza en los últimos años y se refiere a las emociones que producen una experiencia emocional desagradable, como son la ansiedad, la ira, la tristeza y la depresión, las cuatro emociones negativas más importantes. Las emociones positivas son aquéllas que generan una experiencia agradable, como la alegría, la felicidad o el amor.
Hoy en día hay datos suficientes para afirmar que las emociones positivas potencian la salud, mientras que las emociones negativas tienden a disminuirla. Por ejemplo, en periodos de estrés en los que tenemos que responder a una alta demanda de nuestro ambiente, desarrollamos muchas reacciones emocionales negativas y, cuando nos encontramos bajo estos estados emocionales negativos, es más probable desarrollar ciertas enfermedades relacionadas con el Sistema Inmune (como la gripe, u otras infecciones ocasionadas por virus oportunistas), o adquirir determinados hábitos poco saludables, que a la larga pueden minar la salud En cambio, el buen humor, la risa, la felicidad, ayudan a mantener e incluso recuperar la salud .
Aunque la ansiedad sea una emoción natural, de carácter esencialmente adaptativo, que nos previene de situaciones que requieren que estemos alerta, en las que podemos necesitar más recursos cognitivos, conductuales, o fisiológicos, sin embargo, puede estar en la base de muchos procesos que llevan a la enfermedad. Cuando un individuo mantiene altos niveles de ansiedad, durante tiempos prolongados, su bienestar psicológico se ve seriamente perturbado; su sistema fisiológico puede verse alterado por un exceso de actividad; su sistema inmune es incapaz de defenderle; sus procesos cognitivos se ven alterados, provocando una disminución del rendimiento; la evitación de situaciones que provocan reacciones intensas de activación y temor puede afectar a la vida personal, familiar, laboral, o social del individuo.
Estas reacciones emocionales mantienen niveles de activación fisiológica intensos, que pueden deteriorar nuestra salud si se cronifican. Así, los pacientes con hipertensión esencial, asma, cefaleas crónicas, o diferentes tipos de dermatitis, presentan niveles más altos de ansiedad y de ira que la población general. Se considera que la alta activación fisiológica mantenida en el tiempo es un factor que puede desencadenar y mantener una disfunción orgánica. A su vez, la disfunción orgánica o trastorno psicofisiológico puede provocar mayores niveles de emocionalidad negativa, que a su vez implicará niveles más altos de activación fisiológica.
Esta alta activación fisiológica puede estar asociada a un cierto grado de inmunodepresión, lo que nos vuelve más vulnerables al desarrollo de enfermedades infecciosas (como la gripe, herpes, etc.) o de tipo inmunológico. Así, por ejemplo, los individuos con más ansiedad a los exámenes presentan un mayor grado de vulnerabilidad ante el virus de la gripe, en época de exámenes, que los individuos con baja ansiedad a los exámenes.
La conclusión que se puede extraer de todo esto es evidente: si nos entrenamos a disminuir la activación fisiológica, a reducir el malestar psicológico y a facilitar la expresión emocional, conseguiremos mejorar la salud. En efecto, en ámbitos tan diferentes como los estudios sobre ansiedad prequirúrgica o los estudios sobre psico-oncología encontramos que el entrenamiento en técnicas para reducir las emociones negativas, ayuda a los pacientes, reduciendo no sólo su malestar psicológico, sino que se reduce también el tiempo de estancia en el hospital tras la intervención quirúrgica, e incluso se aumenta la esperanza de vida de los pacientes oncológicos.