el cazurro ilustrado

09 mayo 2006

Muerte digna.


El poder escoger libremente una "muerte digna", como un derecho individual, es una reivindicación de las sociedades actuales, a la hora de enfrentarse con los problemas de la muerte.
En Holanda, país pionero en el tema, se considera eutanasia ¨ toda intervención directa y eficaz del médico para causar la muerte del paciente que padece una enfermedad irreversible o que se encuentra en fase terminal y con sufrimiento insoportable, a petición de éste ¨.
¿Qué es una muerte digna? Muerte digna no tiene por que ser sólo muerte sin sufrimiento; la muerte digna para un samurai es hacerse el harakiri, o para un palestino, estallar en pedazos matando a unos cuantos judíos. El derecho a una muerte digna no puede ser morir bajo los efectos de la anestesia, puesto que esto sería una reducción ramplona y se aplicaría solamente al sujeto que ya está en una degradación de su dignidad personal, por su condición de enfermo terminal en una cama anónima de un hospital cualquiera.
El miedo al dolor y al sufrimiento que existe en la sociedad contemporánea, procede de los propios beneficios aportados por la técnica. El hombre de hoy, gracias sobre todo a los progresos de los fármacos anestésicos y analgésicos, está mucho menos familiarizado con el dolor que sus antecesores. Por eso lo teme mucho más. Esta sociedad intenta apartar el dolor de todos los contextos con el fin de aniquilarlo. Así, el dolor se convierte en una demanda de más drogas, hospitales, servicios médicos y otros productos. El dolor se ha convertido en un asunto tabú, para hacernos consumidores de diferentes paliativos.
Los ciudadanos hemos asumido una moral doméstica, un hedonismo ecológico y una nueva “higiene” en los que juventud, salud, esbeltez, ligereza, satisfacción, velocidad e inmediatez no son incompatibles con la atención a las necesidades del prójimo siempre y cuando no nos obliguen a ir más allá de lo que puede denominarse altruismo inodoro. En lugar del conglomerado de relaciones y dependencias propio de las sociedades anteriores, lo que ahora tenemos es una yuxtaposición de individuos soberanos ocupados con la gestión de su calidad de vida.
Es una moral de triunfadores inocentes, de buena conciencia, que se conmueven fácilmente ante la desgracia ajena pero que no dramatizan las cosas excesivamente, que sólo desprecian la intolerancia, que llevan una vida sana y se mantienen en forma, que se manejan bien en la vida, que son autosuficientes, que sólo beben los fines de semana y a los que aterroriza, más que la muerte en si, la pérdida de confort y la posibilidad de ser indignos; de no comportarse ante la muerte de forma correcta y educada.
Parece que uno de los objetivos que va a lograr esta sociedad, ayudada por la (bio)ética, la eutanasia y los avances de las ciencias médicas es que todos alcancemos la muerte en perfecto estado de salud.