Aborrecer el nido.
Mi primer contacto con la palabra “aborrecer” tuvo lugar en la infancia y, aunque hoy significa para mi “despreciar”, “odiar”, “desagradar”, “fastidiar”, “hastiar”, “asquear”, “detestar”, “repeler” o “repugnar", durante mucho tiempo sólo la usé aplicándola al comportamiento que mostraban los pájaros cuando, en el afán por investigar nuevas situaciones, nos acercábamos a los nidos que éstos hacían en los más insospechados lugares. La ansiedad, el estrés y las consecuencias temidas que generábamos en las aves, causaba que no volvieran nunca más por el nido. Abandonaban los huevos o la pollada y no se ocupaban ya de sacar adelante el proyecto inicial (e instintivo) de perpetuar la prole ( al menos durante ese año). Cuando ayer , por un simple azar, descubrí éste que veis en la foto, recordé los riesgos y con sumo cuidado me acerqué para evitar que lo aborreciera. Comprobé, una vez más, que los comportamientos, por muy atávicos, pautados e instintivos que sean, pueden cambiar por una simple contingencia ambiental.