el cazurro ilustrado

04 mayo 2006

Amores interesados.



Me parece que lo que se llama amor a la nación es principalmente amor a la propia conveniencia. Es lo que cada uno consigue en su patria lo que le atrae y lo que hace que esté a gusto en ella, no el enamoramiento. Cualquiera dejará con agrado su tierra si sabe que en otra va a tener más fortuna.
Pensar que donde hemos nacido es lo mejor sobre todo lo demás es un error común. Se llega a la falsa conclusión que su clima es divino, su tierra generosa, las distancias más cortas, las costumbres más sanas y las gentes más sabias. Así vamos idealizando la nuestra y despreciando las extrañas. Se atribuyen falsas excelencias, la mayor parte fingidas, a la propia tierra y se denosta la del vecino. Incluso los historiadores caen en estos errores.
Aquellos que dicen estar dispuestos a dar su vida por su patria, es probable que, más que en la defensa de su tierra, estén pensando en los logros materiales, en el reparto de despojos o en la ganancia de honra personal. Pero todos ellos, si no vieran alguna ventaja, se retirarían a sus casas sin importarles lo más mínimo su defensa. Por eso se dice que el hombre no es de donde nace, sino de donde pace. Los nacionalistas quieren mucho a su nación en la medida en que se quieren mucho a sí mismos. Yo entono el “mea culpa”, si en algún momento he contribuido a ese tipo de exaltaciones, hasta donde la tenga.