150 años de perversa fantasia.
La palabra de S. Freud es para el psicoanálisis lo que la palabra de Dios para el catolicismo; los psicoanalistas serían los nuevos apóstoles. En el 150 aniversario de su nacimiento, no sobra recordar algunas cosas que sus seguidores y correligionarios ocultan o ignoran: por encima de la percepción que pueda tener el psiquiatra o el psicólogo sobre la eficacia de las intervenciones que realiza con sus clientes (o pacientes), hace ya cincuenta años que se efectúan meta análisis en los que se resumen todas las investigaciones empíricas y homologadas acerca de la eficacia de los distintos tipos de tratamientos para los trastornos “mentales”.
El último meta análisis importante, coordinado por la Universidad de Oviedo y en el que han intervenido investigadores clínicos de toda España, indica que el psicoanálisis y las terapias psicodinámicas no son eficaces para la esquizofrenia, los delirios y las alucinaciones, las drogodependencias, los trastornos de la conducta alimentaria, la depresión, los trastornos afectivos bipolares, los trastornos de ansiedad generalizada, las fobias, el pánico, el estrés postraumático, los trastornos obsesivo-compulsivos, las disfunciones sexuales o los trastornos de personalidad. La lista de trastornos ante los que el psicoanálisis sí ha demostrado ser eficaz mediante estudios rigurosos y bien controlados es mucho más breve: ninguno. La falta de pruebas acerca de la eficacia terapéutica del psicoanálisis es conocida ya desde hace 40 años, cuando autores como Eysenck, Rachman o Wilson encontraron que dos tercios de los pacientes que acudían a psicoterapia freudiana habían mejorado claramente al cabo de un par de años, la misma proporción de mejoría que se registraba entre los pacientes que, colocados en listas de espera, no habían recibido ningún tratamiento.
El carácter tangencial, secundario o voluntarista de los apoyos empíricos con los que cuenta la teoría freudiana del psiquismo humano, unido al origen ajeno de algunas de las ideas que defendió Sigmund, hizo a Ebbinghaus citar aquella famosa frase según la cual «lo que de bueno tiene la teoría freudiana no es nuevo y lo que de nuevo tiene la teoría freudiana no es bueno» y a G. Bueno compararlo con una “hetería soteriológica”:«la doctrina psicoanalítica es una teoría que utilizando los modos estilísticos del razonamiento científico, no puede considerarse en modo alguno como una doctrina científica, categorialmente cerrada, sino más bien como una dogmática escolástica, incluso una mitología”.
Ciento cincuenta años han transcurrido y nadie niega la validez literaria de su obra; sus seguidores apostólicos la defienden, no por su rigor científico (que es nulo) sino como dogma revelado por Freud.