el cazurro ilustrado

31 marzo 2006

Curiosas felicidades.


Para Esquilo, la felicidad en esta vida consistía en dormir, ya que cuando dormimos no nos estimulan los movimientos de la carne; no nos persiguen los enemigos, no nos importunan los amigos; no nos fatiga el invierno erizado, ni nos acongoja el verano; no tenemos envidia por lo que vemos, no tomamos pasión por lo que no alcanzamos; finalmente cuando dormimos ni sentimos los dolores del cuerpo, ni las pasiones del ánimo.
Píndaro, preguntado por la felicidad, respondió estas palabras: « digo que se puede llamar feliz al que no tiene dolores en el cuerpo; porque estando la carne lastimada, no puede en el corazón reinar alegría.»
Zenón dijo y escribió que la felicidad no consiste sino en tener fuerzas y maña para derrocar y poner a sus pies a otra persona. El fundamento de este filósofo era que derribar a uno a tierra es mayor género de victoria que no vencer a muchos en la guerra, porque en la guerra, injustamente se lleva uno sólo la victoria, y lucharon muchos para alcanzarla; mas en la lucha, como es suya sola la conquista, suya sola es la victoria, y por eso está en ella la felicidad.
Anatarso decía que la felicidad era vengar una injuria hecha sin razón antes de perder la vida.
Toda la felicidad, para la gente de Sarmacia, no consistía sino en hartarse de vino.
La máxima felicidad para los corintios era ocupar días y noches en juegos. En todas las cosas, según dicen, fueron los corintios hombres cuerdos y templados, menos en los juegos, que fueron grandes viciosos.
Crates, el filósofo, puso la felicidad en próspera navegación, diciendo que el que navega imposible es que tenga perfecta alegría, imaginando cómo entre la muerte y la vida no hay más de un trecho, por eso jamás el corazón se siente tan feliz como después de haber pasado algún mar bravo y mirar a la mar desde el puerto.
Estilfón, el filósofo, puso la felicidad en tener gran poderío, diciendo que el hombre que puede poco, vale poco y tiene poco, injusticia le hacen los dioses en que viva mucho; porque sólo es feliz el que tiene poderío para reprimir a sus enemigos y tiene con qué socorrer y remunerar a sus amigos.
Seménides, el filósofo, puso la felicidad en ser el hombre bien querido en su pueblo, porque no hay mayor felicidad en esta vida, que un hombre vea que todos le aman en su república.
Arquita, el filósofo, puso la felicidad en vencer batallas, diciendo que el corazón humano sufre todos los trabajos de esta vida sólo con pensar que algún día alcanzará victoria.
Gorgias, el filósofo, puso la felicidad en oír cosas que agraden, porque no hay música tan dulce a las orejas, como son sabrosas al corazón las buenas palabras.
Crisipo, el filósofo, puso la felicidad en hacer grandes edificios; porque los famosos edificios no son sino inmortales pregones de corazones generosos.
Antístenes, el filósofo, puso la felicidad en tener fama después de la muerte, porque el hombre cuerdo, en muy poco ha de tener la muerte, si con virtudes y hazañas deja la fama viva.
Euríspides, el filósofo, puso la felicidad en tener mujer hermosa, ya que el que alcanza mujer virtuosa y hermosa, no tiene más que desear en la vida.
Sófocles, el filósofo, puso la felicidad en tener hijos que sucedan al padre, porque la mayor felicidad es tener honra y hacienda en esta vida, y después de gozarla, tener hijos que recojan la herencia.
Palemón, el filósofo, puso la felicidad en ser el hombre elocuente, diciendo y jurando que el hombre que no sabe hablar de todas las cosas, no es tan pariente de los hombres como lo es de las bestias; porque no hay igual felicidad, en esta triste vida, que ser hombre de dulce lengua y honesta vida.
Temístocles, el filósofo, puso la felicidad en descender de hombres generosos, diciendo que el hombre que es de linaje oscuro no parece que tenga obligación de hacerse hombre famoso; porque las virtudes y proezas de los pasados despiertan a hacer grandes cosas a los presentes
Arístides, el filósofo, puso la felicidad en tener muchos bienes temporales, diciendo que el hombre que no tiene aún para comer y sustentar la vida humana, mejor consejo le sería de su voluntad irse a la sepultura; porque sólo se puede llamar feliz en este mundo al que no tiene necesidad de pedir por las puertas de su vecino.
Heráclito puso la felicidad en tener tesoros, porque es hombre cuerdo el que para las necesidades futuras guarda algún secreto tesoro.
Os contaré más. Mientras, cuéntame qué es para tí la felicidad o con quien estás más de acuerdo.