el cazurro ilustrado

23 febrero 2006

Veintitrés de febreros


El 23 de febrero de 1981 por la tarde, yo estaba disfrutando de los rigores del invierno en Valverde de Curueño, porque había conseguido librarme de los exámenes de febrero en la Universidad de Oviedo. Aunque la TV se veía muy mal ( las pilas del repetidor -que pagábamos a escote todos los vecinos- se estaban agotando) percibí la grotesca silueta de Tejero entrando en el Congreso. Rápidamente encendí un viejo transistor y moví el dial, saltando de una emisora a otra en busca de noticias que me aclararan lo que estaba pasando. Y miré por la ventana, para comprobar si el ruido de los sables llegaba hasta mi apartado refugio; ni tanques ni vehículos motorizados del ejército aparecieron, pero una inquietante alegría noté en las familias más tradicionalistas del pueblo. Juré alistarme en el “Frente Popular” si fuera necesario y maldije todos los 23 de febrero, hasta que el 23 de febrero de 1986 (paradojas de la vida), esta vez por la mañana, nació mi hija. Como si la fortuna hubiera querido atenuar los vergonzosos recuerdos, asoció, a partir de ese momento, el 23 F a uno de los momentos más felices de mi vida. Ya no veo ese día como el aniversario del intento de golpe de Estado, sino como el cumpleaños de Mª Luisa. A la felicidad de su nacimiento, se unió la alegría del olvido de Tejero. ¡Gracias por todo Mª Luisa!. ¡Felicidades! Y recuerda al hilo del intento de golpe de Estado, que los romanos decían: “ no celebréis tan rápidamente la victoria sobre el tirano, pues la perra que lo parió está otra vez en celo” ( o algo similar).