Antruejo.
Los origenes, las causas y los motivos del Carnaval son tantos y tan diversos ( a veces hasta contradictorios) cómo los autores que se han dedicado a su explicación. Son frecuentes las alusiones a las “Saturnales y Bacanales” romanas, pero una vez que la Iglesia decide la sacralización de cualquier manifestación “pagana”, toma el carnaval un rumbo diferente.
En el siglo VI, San Gregorio, en su afán de normalizar las costumbres de la cuaresma dictaminó “nos abstenemos de la carne, y todas las cosas que vienen de la carne, como la leche, el queso y huevos”. Posteriormente esta decisión de San Gregorio quedó plasmada en el “Corpus Juris “ y considerado una ley de la Iglesia Católica.
Pasado el carnaval por este tamiz y por múltiples cedazos llega a la montaña como “ Antruejo” y tiene sentido, no por las antiguas tradiciones paganas, sino por lo que venía después de él : Hasta el año 1966, del Miércoles de Ceniza en adelante, con la excepción de los Domingos, lo único que se podía comer era una comida completa al día o dos comidas ligeras sin carne ( las dos equivalían a una completa) y nada entre comidas, excepto líquidos. Los domingos se recuperaba la dieta habitual.
Además, durante la Cuaresma debían evitarse los “entretenimientos”; en algunos lugares “expulsaban” a las prostitutas hasta el domingo de resurrección (¿de la carne?) y las bodas estaban prohibidas en este periodo. Así pues, con este panorama anticipado, no es de extrañar que el montañés hiciera acopio de nutrientes animales grasos, consumiendo sin piedad de lo que iba a carecer durante cuarenta días por orden de la autoridad eclesial competente. No fueron los antecedentes, sino los consecuentes quienes mantuvieron “el Antruejo”, sin caretas ni disfraces, pero con mucho chorizo, tocino y huevos, incluso a pesar de su prohibición en determinadas épocas.