Las finalidades de los medios.
Os contaba ayer que Periandro dictó diversas leyes para la república de los corintos, las más insólitas fueron las siguientes:
Ordenamos que si uno mata a otro, con tal que no sea por engaño, que no muera por ello, sino que le hagan siervo perpetuo del hermano o pariente más próximo; porque menor pena es la muerte breve que no la servidumbre larga.
Ordenamos que si alguno fuese ladrón corsario no muera por ello, pero con hierro ardiendo sea en la frente bien señalado, de manera que sea conocido por lo que hizo; porque en los hombres de vergüenza, mayor mal es la infamia larga que no la vida corta.
Ordenamos que el hombre o mujer que en perjuicio de otro dijese alguna mentira, traiga, por espacio de un mes entero, una piedra en la boca, porque no hay razón para que se suelte en el hablar el que es desenfrenado en el mentir.
Ordenamos que todo hombre o mujer que en la república fuese revoltoso, con gran vituperio sea excluido del pueblo; porque imposible que nadie sea amigo de los dioses siendo enemigo con sus vecinos.
Ordenamos que si alguien en la república recibe algún beneficio de otro y después se le prueba que fue ingrato de tal beneficio, muera por ello; porque el hombre ingrato del beneficio no merece vivir en el mundo.
Los tiranos, reyes, gobernantes, legisladores y políticos que han existido y existen tuvieron y tienen fines tan diversos, que unos aborrecieron la vida, otros la desearon; otros alargaron la vida, otros la acortaron; otros teniendo placeres buscaron trabajos, otros teniendo trabajos buscaron placeres y esta variedad no procede sino de tener diferentes finalidades; porque de los gustos diversos que tienen los hombres surge la necesidad de buscar manjares inauditos.
Para conseguirlos, sin haber siquiera leído “ El Príncipe” de Maquiavelo, en unos casos por no estar aún escrito, en otros por no tener conocimiento de él, y en otros por no interesar su lectura, aplicaron, con más o menos acierto, la máxima “ el fin justifica los medios”, aunque los medios fuesen crueles y los fines bastardos.