Basta el agua de una fuente.
Para saciar la sed sobra el agua de una pequeña fuente, pero mucha gente no se conforma ni con el mayor de los ríos.
Así, mirad la conversación que hubo entre un ganadero y un criado y amigo. Tratando el ganadero de hacerse con todo el mercado de la leche en la provincia, su discreto criado le dijo: la empresa es difícil y nos las vamos a tener que ver con gente muy luchadora y taimada, pero si nuestras argucias y estrategias hacen que venzamos, ¿ qué sacaremos cuando lo hayamos conseguido?. ¿En eso te detienes? respondió el ganadero. Nos haremos con el mercado de Castilla y León. Y después, replicó el criado ¿qué haremos?. Conquistaremos, respondió el ganadero, el de las Españas que ya nos será más fácil. Gran cosa sería eso, añadió el astuto criado; pero ganadas las Españas, ¿daremos fin a la aventura?. No, respondió el ganadero (que aún no había captado a donde iban a parar estas preguntas): después de controladas las Españas, entraremos en Europa y dominaremos el mercado francés y luego el holandés, y después el alemán. La fortuna quiera, dijo el criado, concederte tanta dicha. ¿Y después en qué nos ocuparemos?. Volveremos con inmenso poder y riquezas a nuestra montaña, y pasaremos el resto de nuestra vida en dulce y grata compañia, sin pensar en otra cosa que disfrutar del paisaje, de las conversaciones con los vecinos y de la pesca y de la caza. Aquí el criado, riéndose le dijo: ¿Pues, Señor, ¿quién nos quita gozar desde ahora de toda esa felicidad? ¿A qué fin se han de conquistar mercados, gastando la salud en fatigas cuando ya tenemos todo lo que buscas?. Comprendió el ganadero la lección y se libraron los demás del futuro monopolio.