el cazurro ilustrado

10 diciembre 2017

Los montañeses en el día internacional de las montañas.

Hoy  se celebra el día internacional de las montañas. Se hace desde el 2002 a propuesta de las Naciones Unidas. Este año su lema es: “Montañas bajo presión: Clima, hambre y migración". Pretende  sensibilizar sobre  el cambio climático, la degradación de la tierra y las catástrofes naturales que  amenazan el bienestar de las comunidades de montaña y la capacidad de los entornos montañosos para proporcionar bienes y servicios esenciales del ecosistema, con consecuencias potencialmente de amplio alcance y devastadoras para el resto del mundo.  Además las tasas de hambre, malnutrición y emigración de las zonas de montaña están en aumento.
El geógrafo romano Estrabón  (63 a.c. 24 d.c.) escribió: “Todos los habitantes de la montaña hacen vida sencilla. Beben solamente agua, duermen en el suelo, llevan el pelo largo como las mujeres; para combatir se ciñen la frente con una banda. De ordinario comen carne de cabrón y sacrifican a Ares cabrones, caballos y prisioneros. Hacen también, como los griegos, hecatombres de cada clase de víctimas, lo que Píndaro dice: “sacrificar todo por centenares”.
Los montañeses se nutren durante dos tercios del año de bellotas: las secan, trituran y mueles, haciendo un pan que puede conservarse largo tiempo. Beben cerveza. El vino escasea y cuando lo logran pronto lo consumen en banquetes familiares. En lugar de aceite emplean manteca. Hacen sus banquetes en bancos de piedra adosados a las paredes. Ocupan lugar preferente los mayores en edad o dignidad.
Todos visten por lo general capas negras con las que se cubren al dormir en sus lechos de paja. Las mujeres adornan sus vestidos con flores. En el interior, a falta de moneda, intercambian las mercancías o dan trozos de láminas de plata. Ponen a los enfermos a la vera de los caminos para que los atiendan los transeúntes que hubieren padecido la misma enfermedad. Su sal es rojiza pero, machacada, se hace blanca. Algunos dicen que los callaicos no tienen dioses; no así los celtíberos y los demás pueblos que por el norte lindan con ellos, todos los cuales rinden culto en las noches de plenilunio a un dios sin nombre, danzando las familias hasta el amanecer ante las puertas de sus casas”
 Durante siglos la gente de la montaña vivió en paz, aró sus tierras, plantó sus árboles, segó sus sembrados y crió a sus hijos. Comieron de su propio sudor y vivieron sin perjuicio ajeno. Pero la malicia humana, gestada en los centros de poder de las ciudades, cambió el trabajo por el ocio, el reposo por la juerga, la paz por la guerra, la compasión por la crueldad, la justicia por la prevaricación y el cohecho, el lícito provecho por la avaricia y el sudor de la hacienda propia por los beneficios de las grandes conspiraciones. Así fueron los montañeses sucumbiendo a las oleadas especuladoras de los distintos gobernantes. La minería acabó con los combustibles fósiles, con la salud de una gran parte de la población y allanó montañas enteras. Llegaron también los pantanos para anegar ricos valles y desarraigar a sus habitantes con la falsa promesa de una vida más próspera en ninguna parte. Luego vino la política Europea a decirnos que la ganadería de la que habíamos vivido siempre no tenía ni sentido, ni futuro y la eliminaron. Aparecieron los macroproyectos de estaciones invernales, como solución definitiva para paliar la depauperación que progresivamente promocionaron en nuestra montaña y muy pocos o ninguno de la tierra se han beneficiado, ni se beneficiarán. Como ejemplo, aquí va otro recordatorio, mañana se memoran los treinta y un años del desalojo, derribo e inundación de los pueblos del valle de Riaño, entre las montañas leonesas. Así que en León muchas montañas son océanos de migración. Desde el llano se ve a la montaña como suministradora de agua dulce, alimentos, madera, medicamentos, salud y ocio. En ella habitan culturas muy diversas y sistemas de uso de las tierras distintos, con gran variedad de cultivos y ganado adaptado localmente, pero este patrimonio biológico y cultural, está en peligro de extinción. Se plantea su salvación con la creación de zonas protegidas, conservación de paisajes y con el fomento del turismo. Estas buenas intenciones difícilmente se llevarán a cabo porque no hay tanta diversidad en las montañas como especuladores sin escrúpulos alrededor de su promoción y “desarrollo sostenible”.