el cazurro ilustrado

03 diciembre 2017

3 de Diciembre. Día de la Discapacidad.

Todas las sociedades han establecido y establecen lo que es adecuado y lo que no. Para ello  se encarga a unos “expertos” que digan cómo distinguir a los individuos “adaptados” e “inadaptados” en función de unos criterios de selección que pueden ir desde la posesión diabólica hasta el DSM V. Esto lleva emparejado también el trato que se ha de otorgar a los individuos “diferentes”o "no adaptados".
Hoy los “expertos” abogan por una escuela que responda a la diversidad de los alumnos, independientemente de las necesidades educativas que presenten. El currículo ha de ser el mismo para todos y cuando un alumno tenga mayores dificultades que el resto de sus compañeros, deben tomarse medidas específicas que favorezcan su desarrollo, no sólo académico sino también personal y social, dentro de un contexto de normalización y de inclusión. Sin embargo, los influyentes modelos etiquetadores y estigmatizadores anteriores siguen aún en solapada vigencia. Muchos “expertos” buscan la “piedra filosofal” en las concepciones diagnósticas, tanto del diagnóstico psiquiátrico como del psicodiagnóstico tradicional que interfieren con los derechos del niño y de la familia. Estas prácticas no contribuyen ni promueven el bienestar del niño en todas sus facetas: emocional, física, interpersonal, material y ni a su desarrollo personal, al que tienen derecho todos los alumnos. Sería conveniente una mirada a la psicología científico-experimental, abandonando las categorías biologicistas u organicistas para centrarse en las socioambientales y psicosociales. Porque
la discapacidad  tiene su origen en las prácticas sociales, no en la falta de inteligencia o en la ausencia, más o menos acusada, de determinadas estructuras corporales, ni en el conocimiento científico al que la sociedad asigna valor de verdad. La discapacidad  no existe si no se la pone en práctica. Aunque la limitación pueda ser fija, podemos superar ( no curar) la discapacidad sin necesidad de terapéuticas especiales, sino a través de las prácticas cotidianas y de la consideración que tenga la sociedad sobre la persona con la supuesta discapacidad.
Si queremos cambios en las prácticas sociales establecidas se ha de empezar por el análisis de las consecuencias que las están manteniendo y que no son otras que las contingencias de reforzamiento de la conducta de los individuos que forman el grupo y la organización de referencia. Si queremos establecer nuevas prácticas habremos de asegurar las consecuencias que las mantengan. Somos contrarios a la guerra, pero dejamos que trabajen los arsenales; combatimos el alcoholismo, pero las destilerías hacen toda su producción; luchamos contra el analfabetismo, pero mantenemos a los niños y a los adultos en la ignorancia de todas las cosas esenciales; negamos la discriminación, pero nos apartamos del diferente; nos revelamos contra el consumismo, pero pasamos las tardes en las superficies comerciales comprando cosas innecesarias; criticamos a la televisión-basura, pero conocemos cada uno de sus programas; odiamos que nos rechacen por alguna de nuestras características, pero rechazamos según nuestros prejuicios, que no son pocos, y así un sin fin de contradicciones rigen nuestra vida personal y social.