el cazurro ilustrado

08 septiembre 2017

Maestros: arder de amor y propagar el incendio.

El próximo lunes se incorporan  a los colegios los  alumnos de   Educación infantil y de Educación primaria de nuestra comunidad autónoma. Desde aquí  quiero recordar la imprescindible tarea que  realizan los maestros, para conseguir un desarrollo armónico de  su alumnos. Lo hago con unas palabras de  Gabriel Celaya:

“Hay en todo hombre, me parece, un enorme deseo de inmortalidad, el sueño de desbordar su vida, de durar más que él mismo, la impaciencia de sus límites. Uno sólo trata de perpetuar su raza, otro intenta “pasar a la posteridad” con una obra artística, lo que sin duda no deja de ser una gran ingenuidad, ya que el polvo de las bibliotecas o de los museos no vale mucho más que el de los cementerios. Mucho más que el arte o la literatura, la enseñanza brinda la oportunidad de multiplicar la propia vida. Algunos de los que más profundamente han dejado huella en la humanidad no escribieron nada. Prefirieron depositar su semilla en el alma de sus discípulos atentos. Y de una manera pobre, humilde, el mismo misterio se repite en la escuela más miserable. El verdadero secreto no consiste en brillar como un faro o como un gusano de luz, sino en arder de amor y propagar el incendio”.