el cazurro ilustrado

31 agosto 2017

¡¡ Viva la pereza!!

Paul Lafargue (1842-1911), yerno de Carlos Marx, escribió un  libro  titulado “El derecho a la pereza”.
Mantiene el autor que en las sociedades capitalistas, las crisis suceden a los periodos de bonanza como la noche al día, arrastrando consigo el desempleo forzoso, la miseria sin salida y la bancarrota inexorable. Nos recuerda que para los españoles, con criterio envidiable, en quienes el animal primitivo no está atrofiado, el trabajo es la peor de las esclavitudes; comparándonos a los griegos de la época dorada, afirma que no tenían éstos más que desprecio por el trabajo: “solamente a los esclavos les estaba permitido trabajar; el hombre libre no conocía más que los ejercicios corporales y los juegos de la inteligencia.”
Afirma que los economistas no se cansan de repetir a los obreros: «¡Trabajad, trabajad para aumentar la fortuna social!» Sin embargo, un economista, Destut de Tracy , les contesta: «Las naciones pobres son aquellas en que el pueblo vive con comodidad; las naciones ricas son aquellas en que, por lo regular, vive en la estrechez.» Y su discípulo Cherbuliez añade: «Los trabajadores, al cooperar con la acumulación de capitales productivos, contribuyen por sí mismos al acontecimiento que, tarde o temprano, deberá privarles de una parte de sus salarios.»
Demuestra Lafargue que la sobreproducción produce desempleo y miseria en la clase trabajadora y propone una revolución social que conseguirá, a través del uso generalizado de las máquinas, de la reducción de la jornada laboral a tres horas diarias, de la mejora del poder adquisitivo de los trabajadores y de la oposición al interés capitalista por el beneficio económico, un estado de bienestar donde sea posible el sueño de la abundancia y el goce, así como la liberación de la esclavitud del trabajo, para poder consagrar nuestro tiempo a las ciencias, las artes y a la satisfacción de las necesidades humanas elementales: “Cuando no haya más lacayos, ni generales que galardonar, ni prostitutas libres ni casadas que cubrir con encajes, ni cañones que horadar, ni palacios que construir, será preciso imponer, bajo leyes severas, a los obreros y obreras de la pasamanería, del encaje, del hierro, de la construcción... regatas higiénicas y ejercicios coreográficos para la conservación de su salud y el perfeccionamiento de la raza”.

Así pues, algunas de estas ideas cobran plena vigencia en los tiempos que corren y si el gobierno de Mariano las tiene en cuenta, tal vez la crisis, como se ha dicho tantas veces, se convierta en oportunidad, aunque sólo sea por el hecho irrefutable de que, como dijo Einstein: “si quieres resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo”. ¡Viva la pereza!