¡¡ Viva la pereza!!
Mantiene el autor que en las sociedades capitalistas, las
crisis suceden a los periodos de bonanza como la noche al día, arrastrando
consigo el desempleo forzoso, la miseria sin salida y la bancarrota inexorable.
Nos recuerda que para los españoles, con criterio envidiable, en quienes el
animal primitivo no está atrofiado, el trabajo es la peor de las esclavitudes;
comparándonos a los griegos de la época dorada, afirma que no tenían éstos más
que desprecio por el trabajo: “solamente
a los esclavos les estaba permitido trabajar; el hombre libre no conocía más
que los ejercicios corporales y los juegos de la inteligencia.”
Afirma que los economistas no se cansan de repetir a los obreros: «¡Trabajad, trabajad para aumentar la fortuna social!» Sin embargo, un economista, Destut de Tracy , les contesta: «Las naciones pobres son aquellas en que el pueblo vive con comodidad; las naciones ricas son aquellas en que, por lo regular, vive en la estrechez.» Y su discípulo Cherbuliez añade: «Los trabajadores, al cooperar con la acumulación de capitales productivos, contribuyen por sí mismos al acontecimiento que, tarde o temprano, deberá privarles de una parte de sus salarios.»
Afirma que los economistas no se cansan de repetir a los obreros: «¡Trabajad, trabajad para aumentar la fortuna social!» Sin embargo, un economista, Destut de Tracy , les contesta: «Las naciones pobres son aquellas en que el pueblo vive con comodidad; las naciones ricas son aquellas en que, por lo regular, vive en la estrechez.» Y su discípulo Cherbuliez añade: «Los trabajadores, al cooperar con la acumulación de capitales productivos, contribuyen por sí mismos al acontecimiento que, tarde o temprano, deberá privarles de una parte de sus salarios.»
Demuestra Lafargue que la sobreproducción produce desempleo
y miseria en la clase trabajadora y propone una revolución social que
conseguirá, a través del uso generalizado de las máquinas, de la reducción de
la jornada laboral a tres horas diarias, de la mejora del poder adquisitivo de
los trabajadores y de la oposición al interés capitalista por el beneficio
económico, un estado de bienestar donde sea posible el sueño de la abundancia y
el goce, así como la liberación de la esclavitud del trabajo, para poder
consagrar nuestro tiempo a las ciencias, las artes y a la satisfacción de las
necesidades humanas elementales: “Cuando
no haya más lacayos, ni generales que galardonar, ni prostitutas libres ni
casadas que cubrir con encajes, ni cañones que horadar, ni palacios que
construir, será preciso imponer, bajo leyes severas, a los obreros y obreras de
la pasamanería, del encaje, del hierro, de la construcción... regatas
higiénicas y ejercicios coreográficos para la conservación de su salud y el
perfeccionamiento de la raza”.
Así pues, algunas de estas ideas cobran plena vigencia en
los tiempos que corren y si el gobierno de Mariano las tiene en cuenta, tal
vez la crisis, como se ha dicho tantas veces, se convierta en oportunidad,
aunque sólo sea por el hecho irrefutable de que, como dijo Einstein: “si quieres resultados diferentes, no
hagas siempre lo mismo”. ¡Viva la pereza!