Atentados, inseguridad y consuelo.
La relevancia
del impacto en la población corresponde al tipo de acontecimiento súbito,
masivo y brutal. El proceso de duelo se hará complejo porque sus pérdidas han
sido enormes: muerte de familiares o seres cercanos, pérdida de su organización
comunitaria, de su estructura familiar y/o de su posición social. Esto provocará
la pérdida de control de sus propias vidas. No habrá confianza en el futuro;
los acontecimientos perderán predictibilidad; el orden que tenían del mundo se
trastocará; su ambiente será hostil e impredecible y, aún más, no habrá un
plazo que señale el final de esta situación. La sintomatología que pueden
presentar los afectados irá desde llanto, desmayos, debilidad, susto, estado de
alerta, pensamientos repetitivos de la masacre, de violencia, trastornos
gastrointestinales, dolor de cabeza, trastornos en el ciclo del sueño, falta de
apetito, sentimiento de soledad, tristeza y cansancio permanente hasta pensamientos intrusivos.
En momentos como
éste, recuerdo el inicio del “Decamerón” de Giovanni Boccaccio, que dice: “HUMANA
cosa es tener compasión de los afligidos, y aunque a todos conviene sentirla,
más propio es que la sientan aquellos que ya han tenido menester de consuelo y
lo han encontrado en otros”. Y no cabe otra cosa que sentir compasión y
consolar a quien lo necesite.