el cazurro ilustrado

15 agosto 2017

Prevención supersticiosa de riesgos.

Diógenes Laercio (“Vida de los filósofos ilustres”) cuenta que en Atenas había una casa en la que todos nacían locos
y otra  en la que todos nacían bobos; en el transcurrir del tiempo cayó en la cuenta el Senado, que decretó que tales   casas no sólo no se habitasen, sino  que  se derribasen. Herodiano (“Historia de Roma”) dice que en Roma había una  casa, en la cual todos los dueños morían  de muerte súbita;  los vecinos se lo contaron al  emperador Aureliano,  y éste la mandó derribar y quemar.
 Solón  prohibió en sus leyes a los atenienses que  vendiesen las cosas  de los muertos, ordenando que se repartiese todo entre los  herederos, diciendo que si el muerto tenía  alguna cosa con mala fortuna  o desdichada, se quedase en su familia y parentela y no pasase a la república.
Después de que murieron Calígula y Nerón,  muy infames los dos , ordenó  el Senado  que todas sus riquezas  fuesen quemadas y enterradas, temiéndose que en aquella hacienda tiránica  estuviese escondida alguna mala fortuna, por  la cual Roma podría caer una vez más en manos tiránicas.

 Estas maneras de prevenir las posibles futuras desgracias, son como las de aquel director general de RENFE (Adif), que, informado por los técnicos de que en caso de accidente, los viajeros del último vagón serían los  que sufrirían más heridas y muertes, mandó que quitaran el último  vagón de todos los trenes.