el cazurro ilustrado

01 octubre 2011

Sólo el caldo.

En agradecimiento  a las múltiples felicitaciones que  recibido  por  mi 51 cumpleaños, voy a contaros una historia que sucedió cuando yo  era niño en mi pueblo, Valverde de Curueño. Era costumbre que los hombres, con la pareja de vacas y el arado, partieran de madrugada hacia  las tierras que debían roturar para sembrar leguminosas o gramíneas con las que alimentarse si el año venía propicio. Los niños llevaban en “seras” la comida a sus padres para que repusieran fuerzas y con la  mayor brevedad posible siguieran  trabajando. Uno de estos niños había visto cómo su madre preparaba  una cazuela con suculentas tajadas de carne para que comiera su padre  y, por el camino, con el olor que desprendía, decidió probar aquel manjar. La primera tajada le supo a gloria; un poco más adelante comió la segunda;  cada cierto trecho paraba para catar la comida, hasta que no quedó ninguna tajada. Preocupado por lo que haría su padre cuando viera la cazuela sólo con el caldo, ideó una treta  creíble para que su padre,  no sólo no se enfadara, sino que se alegrara de tener  un hijo tan diligente. Llegó llorando donde estaba su padre. Al verlo tan compungido le preguntó la  causa y el niño contestó: venía tan rápido que, al subir por la “pedraguera”, tropecé, se me cayó la cazuela al suelo y no pude recoger más que el caldo.