el cazurro ilustrado

26 agosto 2011

Robo, absolución y elegancia.


También contaron en aquellas veladas que en una ocasión  se acercó,  por  Semana Santa,   un  montañés no muy creyente a confesarse con un cura “ajeno” ; cuando vió que  llevaba  un reloj  de bolsillo de buena calidad, se lo cogió, sin que el cura notara nada,  mientras se confesaba ; en seguida le dijo: -me acuso  de haber robado un reloj. El cura le contestó que  ese pecado  no se perdonaba si no se restituía lo robado. El montañés le dijo que estaba   dispuesto a  devolver lo robado y para que viera su buena voluntad, se lo entregaba  a él allí mismo. El cura se  negó a coger el reloj diciendo que  la restitución tenía que ser al dueño. El de la montaña le aseguró que había intentado devolvérselo al dueño pero éste no lo quería. El confesor le dijo  que entonces se quedara con el reloj  y que quedaba absuelto  del pecado de robo. No tardó mucho tiempo en darse cuenta el cura  del ingenio de los montañeses,   no solo para conseguir la absolución, sino para adueñarse de lo ajeno  con elegancia.