Robo, absolución y elegancia.
También contaron en aquellas veladas que en una ocasión se acercó, por Semana Santa, un montañés no muy creyente a confesarse con un cura “ajeno” ; cuando vió que llevaba un reloj de bolsillo de buena calidad, se lo cogió, sin que el cura notara nada, mientras se confesaba ; en seguida le dijo: -me acuso de haber robado un reloj. El cura le contestó que ese pecado no se perdonaba si no se restituía lo robado. El montañés le dijo que estaba dispuesto a devolver lo robado y para que viera su buena voluntad, se lo entregaba a él allí mismo. El cura se negó a coger el reloj diciendo que la restitución tenía que ser al dueño. El de la montaña le aseguró que había intentado devolvérselo al dueño pero éste no lo quería. El confesor le dijo que entonces se quedara con el reloj y que quedaba absuelto del pecado de robo. No tardó mucho tiempo en darse cuenta el cura del ingenio de los montañeses, no solo para conseguir la absolución, sino para adueñarse de lo ajeno con elegancia.