¿Vivo o muerto?.
El crecimiento de la población, al acabar la guerra civil, y el mal estado en que quedó la iglesia, al haber sido utilizada por los “rojos” como caballeriza, llevo al concejo del pueblo a tomar la decisión, por unanimidad, de adecentarla y hacer una ampliación. Hecha la reforma, se encontraron con un espacio vacío que habría que llenar con la imagen de algún santo o de algún personaje bíblico o, por qué no, con la imagen del mismísimo Cristo crucificado. En otro concejo acordaron enviar a dos vecinos a ver al Santero de Valverde de Curueño, para que hiciera la imagen del Cristo en la cruz. Llegaron los dos comisionados e hicieron la propuesta al escultor. El santero se interesó por el tamaño que debía tener la imagen y ellos contestaron que cuanto más grande mejor. Entonces el artista les preguntó si lo querían vivo o muerto. Dudaron un momento, porque en el concejo no habían consensuado esos temas, pero al fin se decidieron por la representación de Cristo vivo, alegando que si, por un casual, no gustara en el pueblo, ya lo matarían entre todos.