Pararse y no volver a andar.
Galileo Galilei (1564-1642), físico, matemático, filósofo y astrónomo italiano, hizo temblar los pilares sobre los que se asentaba la ciencia en el S XVII. Demostró, en contra de la corriente Aristotélica, que el hielo flotaba en el agua, no porque fuera su naturaleza el flotar, tal y como creían los seguidores de Aristóteles, sino, simplemente, porque pesaba menos. No conforme con esto, demostró que no era nuestro planeta el centro de universo conocido, y que tal protagonismo debía ocuparlo el sol. Fue tal el escándalo que se formó ante tan osada afirmación que las garras de la inquisición le atraparon, acusándole de hereje. En el juicio por herejía, un teólogo le preguntó: -¿Cómo te atreves a asegurar que el sol se está quieto, sabiendo, como sabes, que en la Biblia se dice que Josué, estando el sol en movimiento, detuvo su carrera?. Entonces Galileo respondió:- Justamente por eso; porque la Biblia no dice que el sol volviese a andar. Y es que donde las dan, las toman.