el cazurro ilustrado

08 julio 2010

Manía y placebo.



En otras ocasiones ya me he referido a Agnodice, aquella ilustre griega que vivió en Atenas en el S.IV a.c. y que tuvo una reputación distinguida en la ciencia médica, a pesar de tener las mujeres prohibido el ejercicio de la medicina. Se disfrazó de hombre para asistir a las lecciones de Hierofilo y para poder atender a los pacientes. Por aquella época andaba el filósofo Aristón muy centrado en sus estudios hasta que cayó en la manía de creer que tenía una mosca sobre la nariz que no podía espantar y aunque la ahuyentaba volvía tenazmente revoloteando hasta ponerle furioso obligándole a abandonar sus lecturas y meditaciones. En vano consultó a todos los médicos atenienses para que le curaran esta ilusión, pero no encontraban el remedio.

Como último remedio consultaron con Agnodice; fue a visitarle y Aristón le preguntó que qué era lo que veía sobre su nariz. Convencida de que debía condescender un poco, para ganar su confianza, le dijo: “veo una mosca” y le preguntó sobre las costumbres del insecto y a qué horas le molestaba más. Esto dejó satisfecho al filósofo que aceptó un plan para librarse de la mosca. Pasados unos días le anunció que había llegado la hora de librarle para siempre de la mosca. Sacó un cuchillo y lo pasó ligeramente por la nariz y le mostró una mosca que hábilmente había llevado oculta para desvanecer la ilusión. Al verla muerta, Aristón exclamó: la conozco bien, ésta ha sido la causa de mis estorbos e inquietudes.

Con esta estratagema desapareció la manía del filósofo que no volvió a sentir la mosca sobre su nariz. No cabe duda que la fama de Agnodice, como ejemplar terapeuta, se fue multiplicando por Atenas y sin saberlo, estaba poniendo las bases del uso terapéutico del placebo.