el cazurro ilustrado

26 diciembre 2009

Otra de gatos.


Las ocho de la mañana del día de navidad. La temperatura exterior, medida por el termómetro del coche en el que viajaba, era de siete grados bajo cero. La nieve caída en los días anteriores aseguraba su futuro inmediato a través de las brutales heladas que congelaban hasta el aliento. No había ningún bicho viviente a estas horas fuera de sus guaridas. Ni rastro de corzos, ni huellas de jabalíes, ni ladridos de perros, ni piar de los pájaros, ni graznido de cuervos, ni siquiera truchas en las frezas ya preparadas en el río. Solo frío, hasta que en la copa de un árbol noté que, parsimonioso, alguien acechaba. Pensé en un búho, en una lechuza o en cualquier otro ave rapaz necesitada de alimento. Me acerque sigiloso y descubrí un gato cuyo color me era familiar. No en vano le había dado de comer en el corredor del pajar la tarde anterior. O la ración no había sido suficiente o a pesar de ella necesitaba entrenamiento en las habilidades de caza, por si acaso algún día no tuviese acceso al comedero gratuito. Sea como fuere, un gato doméstico haciendo de búho salvaje fue la imagen que me regaló la navidad. Recordé entonces a los otros gatos, cómodos y calientes, en el pajar y al perro, que los mantiene a raya y no los deja bajar al suelo del corral y recordé también la frase de Derek Bruce: “Para mantener una verdadera perspectiva de lo que valemos, todos deberíamos tener un perro que nos adore y un gato que nos ignore."