el cazurro ilustrado

26 noviembre 2008

Catón y el maltrato.

Catón el joven, aparte de ser un buen cuestor, senador, gobernador y general de los ejércitos de Pompeyo en la guerra civil contra César, fue un filósofo estoico sin desperdicio. Decía que el alma del amante vivía en un cuerpo ajeno.
A un viejo maligno le dijo: “hombre, cuando la vejez trae consigo tantas cosas desagradables, no le añadas la afrenta de la perversidad”. Lo mismo se les puede decir a los maltratadores, que suman perversidad a otros múltiples defectos, no todos achacables a la edad.
A un tribuno a quien se atribuía un envenenamiento, y que había propuesto una ley perjudicial, empeñado en hacerla pasar le dijo: “Joven, no sé qué sería peor: si beber lo que preparas o sancionar lo que escribes”. También de los matratadores no sabemos si es peor lo que hacen que lo que intentan.
Criticando a un hombre notado de mala conducta, le dijo: “No puede sostenerse una contienda como ésta entre nosotros dos, porque tú oyes los oprobios con serenidad, y los dices sin reparo, mientras cuanto a mí se me resiste el decirlos y no estoy acostumbrado a aguantarlos”. Igual nos pasa con los maltratadores, que reciben las críticas con tranquilidad y ejecutan los crímenes sin reparo.

Para finalizar, de los que castigan a las mujeres o a los hijos, decía que ponían manos en las cosas más santas y sagradas; que para él merecía más alabanzas un buen marido que un buen senador, y que nada admiraba tanto en el antiguo Sócrates como el que, habiéndole cabido en suerte una mujer inaguantable y unos hijos necios, vivió, sin embargo, sosegado y tranquilo.

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