Desgracias de la infancia.
Desde el S.XVIII hasta casi la mitad del S.XX se desató una absurda campaña sobre el daño corporal que causaba la masturbación infantil; ésta generó un amplio aparato de vigilancia de la intimidad del niño que transformó casi por completo los conceptos de infancia y de crianza y generó una comprensión del menor como sujeto frágil y necesitado de tutela. En 1758, el médico francés Tissot atribuye a la masturbación cualquier afección de origen desconocido, argumentando que un delito tan enorme inevitablemente involucra un castigo terrible. Sostuvo que toda actividad sexual agotaba los nervios, poniendo en peligro la cordura. Se recurría a atormentadores procedimientos físicos para curar la masturbación. En 1877, el Doctor John Harvey Kellog, dueño de la fábrica de cereales que lleva su nombre, intentó convencer a los americanos de que su dieta habitual conducía irremisiblemente a la lujuria, a la masturbación y en general al pecado. Lógicamente, además de guantes ásperos, aparatos especiales que impedían acceder a los genitales, descargas eléctricas, el frotamiento con ortigas , o extirparlos quirúrgicamente, sus copos de avena remediarían este mal que, según decía , provocaba en los niños que se masturbaban pelos en las manos, la cara verde, se les secaba el pene o el clítoris , se volvían locos o les salían granos en la cara.
Todavía en 1932, el Dr. Gaston Lyon avisaba de los peligros de la masturbación: el niño pierde su alegría natural, se vuelve taciturno, y busca el aislamiento, o por el contrario la compañía de un camarada sospechoso. Le salen ojeras y su tez palidece; si se le interroga se queja de dolores en la espalda y en los riñones y de gran cansancio; una vigilancia constante permite darse cuenta tarde o temprano de la causa a que obedecen las diferentes molestias manifestadas por el niño.
Desde finales del S. XX hasta la fecha, otra absurda campaña se ha desatado contra la infancia. Se busca al 5%-10% de niños que, supuestamente padecen el síndrome de hiperactividad y déficit de atención. El remedio ya no son cereales en el desayuno, sino metilfenidato, una sustancia que se encuentra sujeta a la ley de estupefacientes como anfetamina, y que según Fukuyama no es otra cosa que un medio para el control social, ya que alivia “la carga de los padres y los profesores y exime a los diagnosticados de la responsabilidad de su propio estado”.
Por si sirve de algún consuelo en este maremágnum psicopatologizador de la infancia, cito a Plutarco: “de los potros más inquietos se hacen los mejores caballos cuando se acierta a darles la enseñanza y manejo que les son acomodados”.
Todavía en 1932, el Dr. Gaston Lyon avisaba de los peligros de la masturbación: el niño pierde su alegría natural, se vuelve taciturno, y busca el aislamiento, o por el contrario la compañía de un camarada sospechoso. Le salen ojeras y su tez palidece; si se le interroga se queja de dolores en la espalda y en los riñones y de gran cansancio; una vigilancia constante permite darse cuenta tarde o temprano de la causa a que obedecen las diferentes molestias manifestadas por el niño.
Desde finales del S. XX hasta la fecha, otra absurda campaña se ha desatado contra la infancia. Se busca al 5%-10% de niños que, supuestamente padecen el síndrome de hiperactividad y déficit de atención. El remedio ya no son cereales en el desayuno, sino metilfenidato, una sustancia que se encuentra sujeta a la ley de estupefacientes como anfetamina, y que según Fukuyama no es otra cosa que un medio para el control social, ya que alivia “la carga de los padres y los profesores y exime a los diagnosticados de la responsabilidad de su propio estado”.
Por si sirve de algún consuelo en este maremágnum psicopatologizador de la infancia, cito a Plutarco: “de los potros más inquietos se hacen los mejores caballos cuando se acierta a darles la enseñanza y manejo que les son acomodados”.
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