el cazurro ilustrado

12 octubre 2008

Bancarroteros.

Se dice que la crisis que vive la economía mundial es comparable con la del año 1929, causada en parte, por un boom especulativo que había surgido a principios de la década de 1920 y había llevado a cientos de miles de norteamericanos a invertir fuertemente en el mercado de valores, con la esperanza de ganar dinero fácilmente. Pero mucho antes, Solón (638 a. C.–558 a. C.) legislador ateniense, se enfrentó a una crisis similar (salvadas las distancias) dictando leyes con las que no acertó, según cuenta Plutarco, a dar gusto a nadie, sino que desazonó a los ricos, aboliendo sus créditos, y más todavía a los pobres, porque no hizo el repartimiento de tierras que esperaban, ni los igualó ni uniformó, como había hecho Licurgo, en los medios de vivir.
Una de las primeras mañas que uso Solón fué la extinción de créditos, llamada “alivio de carga”, disponiendo que los créditos existentes se anulaban y que en adelante, nadie pudiese prestar sobre las personas.
Androción ha escrito que no fue la extinción de los créditos el alivio con que se recrearon los pobres, sino sólo la moderación de las usuras, y que a este acto de humanidad, juntamente con el aumento de las medidas y del valor de la moneda que también se hizo, se le dio aquel nombre de seisacteia, o alivio de carga; porque hizo de cien dracmas la mina que antes era de setenta y tres, con lo que dando lo mismo en número, aunque menos en valor, quedaban muy aliviados los que pagaban, y no sentían detrimento los que recibían.
Muchos alaban a Solón porque que levantó de la tierra hipotecada los mojones fijados por todas partes; consiguiendo con ello que algunos ciudadanos que habían tenido que emigrar por las deudas, volvieran a Grecia y que otros muchos que sufrían la indignidad de la esclavitud, se vieran libres.
Se dice que con motivo de esta primera disposición le sobrevino un gravísimo disgusto, porque cuando trataba de abolir los créditos y andaba examinando qué palabras serían las más acomodadas, y cuál el principio más conveniente, comunicó sus intenciones a los amigos de más confianza, a Conón, Clinias e Hipónico, diciéndoles que en cuanto al terreno no iba a hacer modificaciones; pero que tenía resuelto hacer abolición de los créditos. Éstos, valiéndose de la noticia y adelantándose, tomaron gruesas cantidades de los ricos y compraron grandes posesiones: se publicó después la ley, y como de una parte disfrutaban las tierras, y de otra no pagaban a los acreedores, hicieron nacer contra Solón gran sospecha y calumnia de que no era del número de los perjudicados, sino de los que perjudicaban; pero pronto se vio libre de esta acusación ya que había prestado cinco talentos y fue el primero que los perdió, conforme a la ley que él mismo había dictado. A sus amigos siempre los llamaron en adelante bancarroteros.
Hoy los especuladores y bancarroteros, con información privilegiada y cercanos a los centros de poder, vuelven a estar entre los que perjudican y no entre los perjudicados. Así, el mismo día que la reserva federal sale en apoyo de la banca en riesgo de quiebra, sus dirigentes lo celebran gastando millones de euros de los contribuyentes en una fiesta privada. Sus prácticas han hecho que se tambaleé el sistema económico mundial y, en vez asumir sus propias responsabilidades o quedar en la ruina, salen los gobiernos a su rescate para que sigan enriqueciéndose y burlándose de los contribuyentes, a los que se les quedan los ojos como platos.

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