el cazurro ilustrado

13 julio 2008

Manifiestos......


El “manifiesto comunista” se publicó el 21 de febrero de 1848. En él Marx y Engels describieron los principios del materialismo dialéctico y anticiparon una revolución proletaria que derrocaría el capitalismo y e instauraría una sociedad sin clases.
El 20 de febrero de 1909 F.T. Marinetti publicó en «Le Figaro» de París un primer “Manifiesto futurista” en el que proclamó como formas de expresión del futurismo la agresividad, la temeridad, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo.
Escrito por Tristan Tzara y publicado en 1918 el “Manifiesto Dadaísta” argumenta contra la belleza eterna, contra la eternidad de los principios, contra las leyes de la lógica, contra la inmovilidad del pensamiento, contra la pureza de los conceptos abstractos y contra lo universal en general. Propugna, en cambio, la desenfrenada libertad del individuo, la espontaneidad, lo inmediato, actual y aleatorio, la crónica contra la intemporalidad, la contradicción, el no donde los demás dicen sí y el sí donde los demás dicen no.
El primer “manifiesto surrealista” lo hizo André Bretón en 1924 inquiriendo que “Tanta fe se tiene en la vida, en la vida en su aspecto más precario, en la vida real, naturalmente, que la fe acaba por desaparecer” por lo que propone “No será el miedo a la locura lo que nos obligue a bajar la bandera de la imaginación”.
El “Manifiesto Russell-Einstein” fue un texto redactado por Bertrand Russell y apoyado por Albert Einstein, firmado en Londres el 9 de julio de 1955. En medio de la Guerra Fría, los firmantes alertaban de la peligrosidad de la proliferación del armamento nuclear y solicitaban a los líderes mundiales buscar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales
A éstos, han seguido otros, como el “manifiesto por la liberación de la cultura” que reivindica el acceso universal y la distribución masiva, de forma libre y gratuita de todos los contenidos culturales propiedad del estado en sus fondos, bibliotecas o almacenes de depósito legal. O el “manifiesto contra la educación para la ciudadanía”; o el “manifiesto soy un blogfesor” que defiende las bitácoras como un mecanismo efectivo para aprender y enseñar y cree en la inteligencia colectiva de la blogosfera; o el “manifiesto en defensa de la sanidad pública”; o el “Manifiesto a favor de la Vida, de la Paz, la Igualdad”; o el “manifiesto contra la telebasura” contra una forma de hacer televisión caracterizada por explotar el morbo, el sensacionalismo y el escándalo como palancas de atracción de la audiencia; o el manifiesto “humanista 2000” que reivindica poner en escena un movimiento democrático mundial que persiga la diversidad cultural y el enriquecimiento mutuo, así como la libre circulación de ideas y, por ir finalizando, está ahora en boca de todos el “manifiesto por la lengua común” que solicita del Parlamento español una normativa legal del rango adecuado (que en su caso puede exigir una modificación constitucional y de algunos estatutos autonómicos) para fijar inequívocamente que la lengua castellana es común y oficial a todo el territorio nacional, siendo la única cuya comprensión puede serle supuesta a cualquier efecto a todos los ciudadanos españoles, entre otras cosas.
Así pues, al ver los resultados obtenidos por las reivindicaciones de cada uno de los manifiestos, parece que más bien cumplen la función de glorificar a sus autores mientras dura la polémica que la de conseguir los cambios propuestos, y es que los verdaderos objetivos no son los que se explicitan, sino los de conseguir fama, titulares, reconocimiento, micrófonos, páginas y quizás votos y parcelas de poder por parte de los autores. La cultura del manifiesto pone de manifiesto que los autores de los manifiestos están tan satisfechos con lo que consiguen con sus manifiestos que amenazan con nuevos manifiestos y cumplirán sus amenazas con otros manifiestos una vez que un manifiesto haya hastiado a la gran mayoría de la gente de la calle, que no se manifiesta contra los manifiestos.

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