Victorias y derrotas.
Un aguerrido capitán de los ejércitos romanos, de los primeros que tuvo que enfrentarse a las tropas de Aníbal, cuando le preguntaron por qué era tan atrevido en las batallas y tan denodado en los combates, respondió que, como era romano, ponía en peligro su vida para alcanzar y asegurarse la fama.
Le preguntaron por qué, entonces, hería a los enemigos con tanta ferocidad y luego mostraba tanta clemencia con los vencidos; respondió que el que no es cruel, con las manos ha de derramar la sangre de sus enemigos y, a la vez , derramar lágrimas con sus propios ojos, ya que cuando estaba en el campo de batalla, los veía como enemigos, pero después de vencidos, los miraba como a hombres y recordaba que algún día él mismo podría ser vencido.
Así pues, comprendió el romano que en la victoria además de la fortuna es necesaria la cordura, porque el arte del triunfo se aprende en las derrotas.
Le preguntaron por qué, entonces, hería a los enemigos con tanta ferocidad y luego mostraba tanta clemencia con los vencidos; respondió que el que no es cruel, con las manos ha de derramar la sangre de sus enemigos y, a la vez , derramar lágrimas con sus propios ojos, ya que cuando estaba en el campo de batalla, los veía como enemigos, pero después de vencidos, los miraba como a hombres y recordaba que algún día él mismo podría ser vencido.
Así pues, comprendió el romano que en la victoria además de la fortuna es necesaria la cordura, porque el arte del triunfo se aprende en las derrotas.