Devolución con intereses.
La mujer oía como su marido silbaba una canción hortera debajo del chorro de agua y, sin dilaciones, tiró la toalla al suelo. El vecino recorrió con la mirada el glorioso cuerpo de la vecina, metió la mano en el bolsillo y le dio los mil euros pactados.
Muy sorprendida, pero encantada del botín conseguido, cerró la puerta, recogió la toalla y se fue a la habitación. Allí estaba su marido, que le preguntó por la visita. Ella respondió que era el vecino. Rápidamente el hombre preguntó si le había devuelto los mil euros que él mismo le había prestado la semana anterior. Y es que no hay situación, por desgraciada que sea de la que los hombres hábiles no puedan obtener alguna ventaja, aunque sea bastarda.