¿Es el amor idiota?
Ahora que ya comienza la campaña publicitaria encaminada al gasto extra como manifestación amorosa el día de San Valentín, patrono de los enamorados, podemos asegurar que en todos los tiempos hubo hombres en ese estado de “imbecilidad transitoria” ( por decirlo en palabras de Ortega y Gasset) al ser tocados por las flechas de Cupido. Tales de Mileto estuvo profundamente enamorado de Tamires; Solón, ilustre legislador , perdió la cabeza por una griega; Pitaco abandonó a su mujer por una esclava; Cleóbolo, a los ochenta años, después de pasarse media vida leyendo filosofía, murió al caer de la escalera por la que subía a ver a su vecina; Periandro, tirano y uno de los siete sabios de Grecia, mató a su mujer obedeciendo los ruegos de sus intimas amigas; Anatarso estuvo tan enamorado de una tebana que le enseñó todo lo que sabía hasta el punto de que cuando él no podía, ella se sustituía en la academia de filosofía; a Epiménides le desterraron de Atenas por el amor que mostraba a las mujeres; Arquita fue maestro de Platón y estuvo más ocupado en todo género de amores que en escribir sus doctrinas; Gorgias tenía más concubinas en su casa que libros en la biblioteca y eran muchos los que tenía.
Así pues, como observó Shopenhauer en “El amor, las mujeres y la muerte”, junto con el amor a la vida, el amor por el otro sexo es el resorte más poderoso y activo de todos los resortes. Perturba los negocios, interrumpe las ocupaciones más serias, hace cometer tonterías a los más grandes ingenios, se desliza en los escritos de los filósofos, promueve los asuntos más embrollados, rompe las relaciones más preciosas, quiebra los vínculos más sólidos y elige por victimas ya la vida o la salud, ya la riqueza, la alcurnia o la felicidad y hace del hombre honrado un hombre sin honor y del fiel un traidor.
Parafraseando a Nietzsche, podemos concluir que el amor hace cantar a los poetas y cacarear a las gallinas.
Así pues, como observó Shopenhauer en “El amor, las mujeres y la muerte”, junto con el amor a la vida, el amor por el otro sexo es el resorte más poderoso y activo de todos los resortes. Perturba los negocios, interrumpe las ocupaciones más serias, hace cometer tonterías a los más grandes ingenios, se desliza en los escritos de los filósofos, promueve los asuntos más embrollados, rompe las relaciones más preciosas, quiebra los vínculos más sólidos y elige por victimas ya la vida o la salud, ya la riqueza, la alcurnia o la felicidad y hace del hombre honrado un hombre sin honor y del fiel un traidor.
Parafraseando a Nietzsche, podemos concluir que el amor hace cantar a los poetas y cacarear a las gallinas.
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