el cazurro ilustrado

23 marzo 2008

Llegó la nieve.


No giraron las conversaciones en torno a los misterios que encierra la semana santa, ni siquiera alrededor de la muerte y resurrección de Cristo. El eje central lo ocuparon los cielos. Especulamos sobre la posibilidad de que nevara y la probabilidad de que cayera lo que cayese, ya no iba a durar nada; conjeturamos sobre el riesgo de que, si no llueve copiosamente en primavera, tal vez tengamos que regar el rio para que no levante polvo, concluyendo que a las contingencias climáticas no las entienden ni los expertos en cambios climáticos ni tampoco el saber popular, pero éste último, para cubrirse las espaldas, tiene dos reglas que narran cualquier contingencia. La primera dice “ navidades al sol y pascuas al humero, año lechero”, como bien recordábamos casi todos. Uno de los más viejos del lugar, para bajarnos las expectativas poco realistas que inundaban el debate, sentenció: “ año bisiesto y pascuas marciales: hambres, pestes y mortandades”.