Cambios y transformaciones.
La imagen de un dromedario encadenado a una farola y unos metros más adelante contemplar como pastan serenamente dos llamas, en la entrada misma de Valdepiélago, municipio leonés situado a 1024 metros de altura sobre el nivel medio del agua del mar Mediterráneo en Alicante, parece una premonición de los cambios que nos anuncia Albert Arnold Gore. Si es el cambio climático lo que vaticinan, a dos extremos climatológicos vamos a estar sometidos: el desértico, habitat natural del dromedario y el del antiplano de los Andes, frío y hasta congelado, habitat original de las llamas.
Siguiendo el camino, nos encontramos la coloreada carpa de un circo, capaz de dar una explicación más simple y cabal de la presencia de los camélidos y, a la vez, nos pone en contacto con otro de los posibles cambios: nunca hasta la fecha ha habido por estos lares empresa circense que considerara la posibilidad de hacer un mínimo negocio con la población infantil, dada su escasez. Como si las medidas para el fomento de la natalidad, anunciadas por el presidente Zapatero en el último debate sobre el estado de la nación, hubiesen tenido efectos retroactivos, ahora resulta que ya hay en esta zona de la montaña niños suficientes para hacer rentable la instalación de un circo, donde hasta ahora sólo parecía serlo la construcción de asilos de ancianos.
A cambios climáticos, demográficos, económicos y políticos ha estado y estará sometida la montaña, pero ni los camellos acabarán con las cabras, ni el infierno del verano se comerá al frío del invierno, ni los dos mil quinientos euros por hijo devolverán ni periodo fértil, ni las ganas de tener hijos a las mayoritarias montañesas ya en los años climatéricos.
Siguiendo el camino, nos encontramos la coloreada carpa de un circo, capaz de dar una explicación más simple y cabal de la presencia de los camélidos y, a la vez, nos pone en contacto con otro de los posibles cambios: nunca hasta la fecha ha habido por estos lares empresa circense que considerara la posibilidad de hacer un mínimo negocio con la población infantil, dada su escasez. Como si las medidas para el fomento de la natalidad, anunciadas por el presidente Zapatero en el último debate sobre el estado de la nación, hubiesen tenido efectos retroactivos, ahora resulta que ya hay en esta zona de la montaña niños suficientes para hacer rentable la instalación de un circo, donde hasta ahora sólo parecía serlo la construcción de asilos de ancianos.
A cambios climáticos, demográficos, económicos y políticos ha estado y estará sometida la montaña, pero ni los camellos acabarán con las cabras, ni el infierno del verano se comerá al frío del invierno, ni los dos mil quinientos euros por hijo devolverán ni periodo fértil, ni las ganas de tener hijos a las mayoritarias montañesas ya en los años climatéricos.