el cazurro ilustrado

16 julio 2007

Echa guindas a la dieta.


Han servido las guindas hasta ahora para rematar el pastel, para alimentar a los pavos y, mezcladas con orujo, para paliar cólicos y dolores menstruales. Esto ha sido así, si nos fiamos de Plinio, desde que el general romano Lúculo las llevó desde el Ponto a Italia, después de haber vencido al rey Mitridates VI. Ya en manos de los romanos se propagaron por toda Europa con más eficacia que ellos mismos, tal vez ayudadas por los pájaros que llevaron sus pepitas a lugares inaccesibles a los humanos. En la montaña que proliferan guindos y cerezos, comienzan a madurar en este tiempo y la cosecha es abundante, quizás como uno de los efectos del cambio climático ( que ha hecho desaparecer aquellas malditas heladas de mayo).
Lo curioso es que algo intuían los montañeses sobre las propiedades de estos frutos puesto que, una vez maduros, los consumían rápidamente, aunque ignoraban las últimas investigaciones del Sistema de Salud de la Universidad de Michigan, que demuestran que las guindas, al menos en la dieta de las ratas, bajan sus niveles generales de colesterol, de azúcar en la sangre, reducen el almacenamiento de grasa en el hígado, disminuyen el estrés por oxidación y aumentan la producción de una molécula que ayuda al organismo a administrar las grasas y el azúcar.
¿ Será la ingesta de guindas una de las claves de la general longevidad de los montañeses?