el cazurro ilustrado

29 octubre 2006

El sentido de la vida.



Al menos una vez al año tenemos la oportunidad de pasar por el cementerio para visitar las tumbas de aquellos que nos dejaron y a los que nos vincula, como mínimo, el recuerdo. Aunque a menudo nuestras prácticas se encarguen de quitar a la vida su sentido con todo tipo de apaños, ésta no tiene otro que la muerte; es la muerte la que da sentido a la vida y entre una y otra lo que hay es un drama, con más o menos comedia, pero con un final trágico: la muerte. En la vida podemos evitar el hambre, el frío la soledad, los descontentos, las desdichas, los sobresaltos e incluso la enfermedad y hasta librarnos de aprender inglés o de trabajar, pero imposible y necio es intentar esquivar la muerte. Desde la hora que nacemos, desde entonces comienza nuestra muerte.
Ya os he contado en otro post que los tebanos tenían como costumbre que nadie hiciese casa para vivir si antes no había hecho la sepultura donde enterrarse. Cuando le preguntaron a Anaxágoras el filósofo, que qué hacía, respondió: Si queréis saber qué hago, es que me estoy muriendo.
Platón aseguró en el Fedón: “Por más que se diga de un individuo, desde que nace hasta que muere, que vive y que es siempre el mismo, en realidad no se encuentra nunca en el mismo estado ni en la misma envoltura, sino muere y renace sin cesar en sus cabellos, en su carne, en sus huesos, en su sangre, en una palabra, en todo su cuerpo, y no solamente en su cuerpo, sino también en su alma; sus hábitos, costumbres, opiniones, deseos, placeres, penas, temores y todas sus afecciones no permanecen nunca los mismos; nacen y mueren continuamente.”
Theodosio dijo: “Somos tan extremados todos los mortales en el aborrecer y en el amar que, con la excusa de amar mucho la vida, nos damos muy mala vida; porque sufrimos tantas cosas por conservarla, que valdría alguna vez más perderla. En tanta locura han caído muchos hombres vanos, que también por temor a la muerte procuran acelerarla y teniendo consideración a esto sería yo de parecer que ni amemos mucho la vida, ni con desesperación busquemos la muerte; porque los hombres fuertes y valerosos ni han de aborrecer la vida en cuanto persiste, ni pesarles la muerte cuando venga.”
Bien lo expresó B. Gracián: “La misma filosofía no es otra cosa que meditación sobre la muerte, que es necesario meditarla muchas veces para acertar a hacerla bien una sola vez después”