Educación y caprichos.
Tenían los atenienses una ley que decía que nadie podía comprar ni vender antes de que un filósofo tasase la mercancía, porque pensaban que si permitían a unos vender como tiranos y a otros comprar como locos, la república estaría en peligro.
Un tebano rico fue a la plaza de Atenas y allí compró todo lo que veía, sin reparar en gastos; lo vio un filósofo y le preguntó que para qué gastaba el dinero en lo que no era necesario ni provechoso. El tebano contestó que compraba todo aquello para dárselo a su hijo de veinte años, ya que nunca le negaba lo que le pedía, ni hacía nada que le pareciese mal. El filósofo le respondió que hasta los veinticinco años no debía el hijo contradecir los consejos del padre ni el buen padre condescender a los deseos del hijo; si no se hace así, se pervierte el orden de la naturaleza y el padre es hijo de su hijo y el hijo es padre de su padre; además quien esto hace llorará a solas cuando sea viejo lo que rió con su hijo cuando era mozo. Salvadas las distancias, igual que ahora.
Un tebano rico fue a la plaza de Atenas y allí compró todo lo que veía, sin reparar en gastos; lo vio un filósofo y le preguntó que para qué gastaba el dinero en lo que no era necesario ni provechoso. El tebano contestó que compraba todo aquello para dárselo a su hijo de veinte años, ya que nunca le negaba lo que le pedía, ni hacía nada que le pareciese mal. El filósofo le respondió que hasta los veinticinco años no debía el hijo contradecir los consejos del padre ni el buen padre condescender a los deseos del hijo; si no se hace así, se pervierte el orden de la naturaleza y el padre es hijo de su hijo y el hijo es padre de su padre; además quien esto hace llorará a solas cuando sea viejo lo que rió con su hijo cuando era mozo. Salvadas las distancias, igual que ahora.