San Isidro, labradores y madrileños.
San Isidro es el patrón de todos los agricultores y de los madrileños. Patrono de la agricultura porque se pasó la vida tras una pareja de bueyes abriendo surcos en la tierra y de los madrileños, quizás porque llegaba todos los días tarde al trabajo; no a consecuencia de monumentales atascos e insufribles aglomeraciones, sino porque se pasaba antes por la iglesia a rogar para tener buena cosecha, como los madrileños se pasan por los sindicatos a reivindicar mejores sueldos. De los surcos que hacía en los campos madrileños surgían hermosas cosechas de trigo, cebada y centeno. De los arados campos de Madrid brotan hoy abundantes cosechas de insulsos edificios de hormigón armado.
Fieles a su patrón, los madrileños tienen dificultades para llegar a tiempo a su trabajo; siguen abriendo su suelo y subsuelo sembrando cemento, piedra y ladrillo que la especulación/corrupción hará subir hacia el cielo.
Los contemporáneos de San Isidro sufrían los golpes del viento, el ímpetu de la lluvia, el calor insoportable y los rigores del invierno; su alimento era escaso, su ropa rota, su trabajo de la madrugada a la noche. No disfrutaban de los frutos de la tierra, porque después de arar, segar y trillar debían llevar los productos a casa de los señores. Otras yuntas conducen hoy los madrileños (y los agricultores) otras servidumbres soportan, pero después de recogida la cosecha, el reparto sigue beneficiando a los mismos. También es mi patrón y me sucede lo mismo que a los madrileños.
Fieles a su patrón, los madrileños tienen dificultades para llegar a tiempo a su trabajo; siguen abriendo su suelo y subsuelo sembrando cemento, piedra y ladrillo que la especulación/corrupción hará subir hacia el cielo.
Los contemporáneos de San Isidro sufrían los golpes del viento, el ímpetu de la lluvia, el calor insoportable y los rigores del invierno; su alimento era escaso, su ropa rota, su trabajo de la madrugada a la noche. No disfrutaban de los frutos de la tierra, porque después de arar, segar y trillar debían llevar los productos a casa de los señores. Otras yuntas conducen hoy los madrileños (y los agricultores) otras servidumbres soportan, pero después de recogida la cosecha, el reparto sigue beneficiando a los mismos. También es mi patrón y me sucede lo mismo que a los madrileños.