el cazurro ilustrado

11 septiembre 2018

El colmo de la ingratitud, la muerte más miserable.


“ Porque ¿qué clase de justicia es aquella que permite que cualquier aristócrata, banquero, financiero  -u otro de esos que no hacen nada, o nada que tenga gran valor para el bien público- lleve una vida holgada y suculenta, en el ocio o en ocupaciones superfluas, al paso que el obrero, el carretero, el bracero y el labriego han de trabajar tan dura y asiduamente como bestias de carga -a pesar de que su labor sea tan útil que sin ella ningún estado duraría ni un año-, soportando una vida tan mísera que parece mejor la de los burros, cuyo trabajo no es tan incesante y cuya comida no es mucho peor, aunque el animal la encuentre más grata y no tema el porvenir?  Más a los obreros aguijonéalos la necesidad de un trabajo infructuoso y estéril y los mata la premonición de una vejez indigente, puesto que el jornal cotidiano es tan escaso que no basta para el día, imposibilitando que puedan aumentar su fortuna guardando algo cada día para asegurar su vejez. ¿No es ingrato e inicuo el estado que a los nobles -así los llaman-, a los banqueros y demás gente holgazana o aduladora, les prodiga tantos placeres frívolos y sofisticados y tantas riquezas, al paso que mira impasible a los campesinos, carboneros, peones, carreteros y obreros, sin los cuales no existiría ningún estado? Tras abusar de su trabajo mientras están en sus mejores años, el estado -cuando más tarde están abrumados por los años o por una enfermedad que los priva de todo-, olvidándose de tantos desvelos, de tantos servicios prestados por ellos, los recompensa, en el colmo de la ingratitud, con la muerte más miserable”.
Tomás Moro (1478-1535)  "Utopía"