"No pudiendo matarme mis enemigos, vine a morir a manos de médicos"
El emperador Aureliano murió de sesenta y seis años,
en los cuales todos jamás se purgó, ni se sangró, ni medicó, sino que cada año
entraba en el baño, cada mes hacía un vómito, cada semana dejaba de comer un
día y cada día se paseaba una hora. El emperador Adriano, como en su mocedad
fuese voraz en el comer y desordenado en el beber, vino en la vejez a ser muy
enfermo de la gota y mal sano de la cabeza, por cuya ocasión andaba cargado de
médicos y experimentando muchas medicinas. Si alguno quisiere saber el provecho
que las medicinas le hicieron, y los remedios que los médicos le hallaron,
podráse conocer en que a la hora que falleció mandó poner estas palabras en su
sepulchro: «Perii turba medicorum». Como si más claro dijera: «No me habiendo
podido matar mis enemigos, vine a morir a manos de médicos». Del emperador
Galieno cuentan una cosa digna, por cierto, de saber, y graciosa de oír, y es
que estando aquel príncipe malo, y muy malo, de una ciática, como un gran médico
le curase, y mil experiencias en él hiciese sin le aprovechar cosa, llamóle un
día el emperador y dijole: «Toma, Fabato, dos mil sextercios, y has de saber
que si te los doy no es porque me curaste, sino porque nunca más me cures».
¡Oh, a cuántos y cuántos médicos podríamos hoy decir lo que dixo el emperador
Galieno a su médico Fabato, los cuales, si no se llaman Fabatos, los podríamos
llamar con razón bobatos, porque ni conoscen el humor de que la enfermedad
peca, ni aplicar la medicina necesaria.
Antonio de Guevara. "Epsitolas familiares " Libro I"