Otra barbarie: "el loco por la pena es cuerdo".
"Otra clase de infelices, los dementes, han sido
también víctimas de preocupaciones fatales; en sus crueles torturas como en
todos los grandes dolores de la humanidad, la ignorancia puede reclamar su
desdichada parte. El plan curativo de la enajenación mental partía de este
principio. El loco por la pena es cuerdo, y la práctica correspondía
perfectamente a esta horrible teoría. El mísero demente era conducido a un
hospital donde le esperaba una jaula, el palo, la correa, el hierro y el
aislamiento que basta por sí solo para privar de razón a los que la tienen más
cabal. Si la locura no se consideraba como un crimen, se trataba como tal,
dejando su castigo a discreción de hombres brutales y desalmados. Ni los cabos
de vara en presidio, ni los domadores de fieras, pueden darnos idea de lo que
era un loquero. Armado con el duro látigo y con un corazón más duro todavía,
arrojaba a sus víctimas la comida entre imprecaciones, y golpes. Perverso e
inexorable, podía ejercer las mayores crueldades impunemente, los que habían de
quejarse estaban locos: la persona más cabal perdería la razón, si recibiera el
tratamiento que se daba en España a los dementes. Y esto no sucedía allá en
tiempos bárbaros, en el siglo XIX, y los que no somos muy viejos, hemos podido
ser testigos de escenas horribles, cuyo solo recuerdo estremece e indigna, de
crímenes sin nombre y de tal género, que no pueden escribirse sin faltar a la
decencia y al pudor."
Concepción Arenal. “La beneficencia, la filantropía
y la caridad”