el cazurro ilustrado

03 enero 2018

Culpable si; loco no.

Proliferarán estos días miles de hipótesis explicativas sobre el por qué del comportamiento de Enrique Abuín Gey, alias “el chicle”, asesino confeso de Diana Quer. Se hablará de trastorno o perturbación mental, de comportamientos extraños, de personalidad enfermiza, de psicopatía o de cualquier otra etiqueta sacada del DSM V. Si damos por buenas estas explicaciones, no tendremos más remedio que sacar a Enrique de la criminalidad para meterlo en la enfermedad y, si fuera así, su comportamiento no sería judicialmente punible sino médicamente tratable o, al menos, biológicamente explicable.
Si son la locura o la psicopatía las causas de la aberración  cometida, es claro que Enrique es inocente o no responsable de sus actos;  pero la patologización o psicopatologización de su comportamiento, lejos de “humanizarle” lo que hace es quitarle su “dignidad” como ser humano, al desposeerle de la libertad de actuar como lo hizo. Además, no podemos pedir que responda de sus actos ya que esto solo puede hacerse con personas libres y responsables. Por eso es grave error apelar a  cualquier trastorno, patología o estructura cerebral  para  atenuar las consecuencias que debe tener su execrable  comportamiento.
El comportamiento humano tiene correlatos cerebrales que en ningún caso lo explican. Puede ser el funcionamiento cerebral necesario, pero es a todas luces insuficiente. Como dijo Luria: “La solución real del problema del desarrollo de las funciones mentales superiores se halla en la premisa fundamental de que el hombre es un ser social, un producto de la historia social y sujeto activo de las relaciones sociales… La existencia de la relación social del hombre con el mundo externo debe ser considerada como la fuente básica de las más elevadas formas de conducta consciente, no tan sólo en su contenido sino también en sus formas de existencia". “No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser sino, al contrario, es su ser social lo que determina su conciencia”.

Y es su historia la que explica su comportamiento. “El chicle” es responsable  de sus actos y  su  culpa es  de tal magnitud, que no es el sanatorio, sino la cárcel de por vida, el lugar que debe ocupar.