La fortuna ayuda a los audaces.
Razonaba que vale más que cualquiera, siempre lleno de ánimo, se exponga a que no le salgan bien la mitad de las empresas, que no estar siempre lleno de miedo y sin emprender ninguna cosa, pues así nada tendrá éxito . Añadía que si uno porfía contra lo que otro dice y no da por su parte una razón convincente que asegure su parecer, éste no se expone menos a errar que su contrario, pues corren los dos parejos en el asunto.
Remató su argumentación diciendo que ningún hombre mortal es capaz de asegurar de lo que ha de suceder. En suma, la fortuna por lo común se declara a favor de quien se expone a la empresa, y no de quien en todo pone reparos y a nada se atreve.
Y es que tanto entonces como ahora, la fortuna, caso de intervenir en las acciones humanas, es altamente probable que sólo ayude a los audaces.