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En el año 326 a.d.c., picado por la curiosidad y por las
ganas de conquista, envió Alejandro Magno a Onesicritus para investigar qué era
aquello que hacían los gimnosofistas y cuál era su forma de vida. Llegó éste a
la India y se encontró numerosas sectas con una característica común: la
completa desnudez de sus cuerpos. Le pereció que se estaban entrenando para
sufrir y padecer gratuitamente. Era verano y el sol abrasaba la tierra con
sus rayos. En el suelo sólo había arena y quemaba como el fuego. Vio a unos que
estaban de pie, a otros que miraban al sol sin pestañear, a otros que se
tendían en la arena, al lado derecho, al lado izquierdo o cara al sol, todos
abrasándose y mostrando gran paciencia y capacidad de sufrimiento.
Con fundamentos muy diferentes, no hacían otra cosa que lo que hacen miles de
turistas en las playas durante el verano, pero, a parte de ponerse morenos,
aquellos brahmanes aspiraban al aislamiento,a la abstinencia, a la suspensión
del juicio, al agnosticismo , a la muerte, a la aniquilación absoluta de la
conciencia individual y a la autocremación y éstos , al bronceado perfecto que
se exhibe a la vuelta de las vacaciones como certificado de poder adquisitivo,
al envejecimiento de la piel y a la posibilidad de un melamona.