el cazurro ilustrado

14 marzo 2010

¡Felicidades, Camino!

Hola Camino: hubo un tiempo, allí, en Valverde, en el que fuimos jóvenes, felices e indocumentados. Éramos pocos y había entre nosotros mucha hermandad ; había poca tierra y teníamos mucha paz; la gente tenía poca hacienda y tenía mucho sosiego; todos teníamos poca codicia y estábamos siempre contentos; eramos pocos y amigos y, sobre todo, carecíamos de enemigos.
Nos socializamos en la escuela unitaria donde aprendimos valores universales que aún hoy no hemos olvidado. Llegada la preadolescencia partimos hacia los internados (religiosos) que habían de enseñarnos todo lo que podíamos aprender en el pueblo. Allí tú decidiste, al igual que San Ignacio de Loyola, que se debía lavar el caballo para mayor gloria de Dios y yo, siguiendo a D. Quijote, que se debía lavar porque estaba sucio. El resultado fue el mismo: ambos dejamos limpio el caballo. Pasaron muchos años sin saber nada el uno de la otra, hasta que nos encontramos (cómo podía ser de otra manera) en el entierro de la abuela Aurelia y volvimos a recordar y revivir el lugar común de la infancia. Otra vez volvió a pasar el tiempo sin encuentros hasta que (tampoco iba a ser de otra forma) las fiestas del pueblo facilitaron un nuevo encuentro.
Más tarde y gracias a las nuevas tecnologías, yo escribo porque intuyo que me lees y tu me lees porque intuyes que te escribo y así, los encuentros, aunque virtuales, pueden ser frecuentes.
Cumples tú hoy medio siglo de vida y a mi me faltan unos meses para completarlo y en este punto del recorrido vital ya podemos hacer caso a Cicerón: “La amistad no puede ser sólida sino en la madurez de la edad y en la del espíritu”. ¡Muchas felicidades y que tengas una feliz vida junto a los tuyos!.