"Carpo", último zapatero de la montaña.
“No era nada lo del ojo y lo llevaba en la mano” debió pensar “Carpo” de Tolibia, cuando le amputaron la pierna derecha después de recibir un golpe en ella mientras realizaba el servicio militar. Los médicos aseguraban que no era nada y la perdió, sin recibir a cambio indemnización ni pensión compensatoria . Regresó al pueblo con una pierna de palo y para compensar la mutiliación adquirió tres oficios: se hizo cantinero, zapatero y ganadero. Entre hormas, moldes, leznas, suelas cueros, tachuelas, hilos y agujas, remendaba y cosía las botas y los zapatos de todos los lugareños; por las noches atendía su litúrgica taberna, a la que acudían los vecinos buscando conversación y amortiguación espirituosa acorde a sus problemas cotidianos; además robaba tiempo a esos oficios para ir tras un rebaño de cabras por las empinadas rocas calizas, llegando en ocasiones hasta Valverde de Curueño o hasta Genicera, situados al otro lado de la peña. Cotizó como autónomo y cuando las normativas europeas complicaron la marcha natural de los negocios de montaña, se jubiló para poder bajar a la capital a pasar los inviernos, porque los fríos de Tolibia le afectan a la pierna que le queda, obligándole a pasar por el quirófano. Ayer me lo encontré después de muchos años sin saber nada de él. Recordamos las veladas escuchando a su madre Celedonia contado las aventuras de los duendes y las desventuras de los vivientes. Quedamos en aumentar la frecuencia, intensidad y la duración de los coloquios y os los contaré.
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