el cazurro ilustrado

23 diciembre 2007

Nostálgico viaje en tren de vía estrecha.

Allá por el año 69 del siglo XX, Felipe Cañón, taxista de La Vecilla, subía a buscarme con su Seat 1500 de color negro a Valverde de Curueño, para acercarme a la estación del tren de vía estrecha que une León con Bilbao. Hice el viaje LA Vecilla – Cervera de Pisuerga durante cinco años todos los inicios y finales de vacaciones, hasta que, a los catorce años, en vez de apearme en Cervera, continuaba hasta Bilbao y allí cogía el tren de vía ancha que me llevaba hasta Amurrio (Alava).
Era el tren de FEVE un fiel reflejo de las condiciones económicas, políticas y sociales que ocurrían en España: lento, desvencijado, frio, con retrasos inimaginables, de vía estrecha, con asientos de madera, algunos de ellos reservados para caballeros mutilados y con el aviso de “prohibido escupir en el suelo”. Tenían los vagones un estribo exterior por el que se paseaba el revisor de un vagón a otro y en las estaciones donde la parada programada era larga, montaban unas señoras que rifaban, entre los que compraban tiras con diversas figuras de la baraja española, paquetes de galletas o caramelos.
En invierno, por estas fechas en que obreros y estudiantes volvíamos a casa, a la salida de la estación de Guardo, en ocasiones, la máquina del tren patinaba al haber hielo en los raíles. Se apeaba entonces un empleado con un caldero lleno de arena que esparcía para que las ruedas agarraran al hierro y lentamente conseguía superar aquella maldita cuesta.
Fueron años en los que tanto el tren como sus ocupantes fuimos superando y/o capeando cuantas dificultades y temporales nos encontrábamos en la vía (estrecha) de la vida por la que aún hoy circulamos.Ayer volví a coger el tren, ya modernizado, pero corriendo por la misma vía. Hice el viaje de Valdepiélago a Léon comprobando los cambios que se han producido en este país desde aquellos primeros viajes. El frio he desaparecido, los asientos están tapizados, el revisor ya no agujerea los billetes, el traqueteo no se nota, los estudiantes circulan en sus vehículos por la carretera que discurre a veces en paralelo con la vía y sólo los jubilados y algún despistado como yo tomamos asiento y desde las amplias ventanillas vemos la trasformación del paisaje y del paisanaje en estos casi cuarenta años en los que, a pesar de todo, la vía sigue ahí.

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