el cazurro ilustrado

27 agosto 2007

Maledicencias.


Plutarco dice en “Política” que los atenienses criticaban a Cimónides porque hablaba alto; los tebanos acusaban a Panículo que escupía mucho; los lacedemonios murmuraban de Licurgo que andaba cabizbajo; los romanos recriminaban a Escipión que dormía roncando; los uticenses infamaban a Catón porque comía a dos carrillos; los enemigos de Pompeo murmuraban de él porque se rascaba con un dedo; los cartaginenses hablaban mal de Aníbal porque andaba desabrochado y los sillanos difamaban a Julio César porque andaba mal vestido. He aquí desde donde se extiende la malicia humana porque los antiguos bien pudieron, como alternativa, loar a Cimónides, que venció la batalla Maratón; a Panículo, que rescató a Tebas; a Licurgo, que reformó su reino; a Escipión, que venció a Cartago; a Catón, que sustentó a Roma, a Pompeyo, que aumentó el Imperio; a Aníbal, que tuvo inmortal ánimo, y a Julio César, que le parecía poco ser señor del mundo.Y es que la malicia y la maledicencia son prácticas habituales y vienen de lejos.