Deudas y mentiras.
En esta campaña electoral (probablemente como en cualquier otra) son todos los candidatos y candidatas los que nos prometen múltiples excelencias si les damos nuestro voto, pero una vez depositado en las urnas, contado y adjudicado, aquellas promesas tan finamente urdidas van quedando en el olvido, unas por irrealizables y otras para ser utilizadas de cebo en las próximas elecciones. Muchos candidatos saben y ponen en práctica aquella regla de la sabiduría popular que dice: “prometer y no dar, no descompone casa”.
No estaría de más incorporar a la ley electoral algunas de las costumbres que tenían los persas, los cuales establecieron entre ellos la norma de que lo que no era lícito hacer, tampoco era lícito decirlo (ni siquiera para conseguir el gobierno). Además, tenían por la primera de todas las infamias el mentir y por la segunda contraer deudas. Daban, entre otras muchas razones, que necesariamente había de ser mentiroso el que fuera deudor. En estos tiempos que corren, mentir, lejos de ser una infamia, pasa a ser una virtud y endeudarse, aunque sólo sea de palabra, en una "sana" costumbre.
No estaría de más incorporar a la ley electoral algunas de las costumbres que tenían los persas, los cuales establecieron entre ellos la norma de que lo que no era lícito hacer, tampoco era lícito decirlo (ni siquiera para conseguir el gobierno). Además, tenían por la primera de todas las infamias el mentir y por la segunda contraer deudas. Daban, entre otras muchas razones, que necesariamente había de ser mentiroso el que fuera deudor. En estos tiempos que corren, mentir, lejos de ser una infamia, pasa a ser una virtud y endeudarse, aunque sólo sea de palabra, en una "sana" costumbre.