“Oyendo los gritos de alegría que subían de la
ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada. Pues él
sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros,
que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer
durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente
en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para
desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir
en una ciudad dichosa.”
Albert
Camus: “ La Peste”