el cazurro ilustrado

29 septiembre 2018

La mujer pública.


“A los que osan decir que nuestro producto no es útil, podemos probar que lo es tanto o más que los vestidos, el calzado, el mobiliario, sólo considerando que fue y es universalmente pedido, mientras que la mayor parte de los humanos han vivido y viven casi desnudos y sin muebles.
Nuestra profesión sufre la concurrencia de las mujeres legítimas. La principal diferencia entre estas profesiones consiste en que nuestras concurrentes trafican al por mayor y nosotras al menudeo. Nosotras vendemos nuestra mercancía a todo el mundo; ellas la suministran a un contratista vitalicio, aunque sea tan repugnante siempre como nos lo parezca breve rato alguno de nuestros clientes.
Dicen que su mercancía es mejor que la nuestra; puede dudarse de ello al ver el número considerable de casados que vienen a pedirnos lo que probablemente su legítima no ha podido suministrarle.
En general, las aspirantes al matrimonio tienen en tan poca estimación su propio valor, que en lugar de hacerse pagar lisa y llanamente como nosotras, se ven obligadas a presentar un dote, es decir, una cantidad para darse de balde y con dinero encima. Su valor es, pues, negativo, menor que nada.”
Paul Robin: “La mujer pública” 1908.